Amar el mar,
soñar las olas
que prometen efímeros besos,
besos que, como ellas,
vienen
y al punto se van;
dejarse acariciar en la siesta
por el recuerdo de la brisa
orlada de gaviotas.
Amar el mar,
volver a su orilla
y encontrar alguna mañana,
entre los despojos
que la resaca deja en la playa,
tu amor
de vuelta,
aquel que se llevó la marea
en cuanto me interné terruño adentro.