martes, 10 de noviembre de 2015

El Gallina


A Luis Manso le llamábamos en el internado el Gallina no porque fuera cobarde, sino porque tartamudeaba un poco, sobre todo al empezar a hablar, y parecía que cacareaba. Tuvo la mala fortuna de ir al colegio solo él de su pueblo, Yanguas de Eresma, y no contar, por tanto, con la protección que otorga la tribu. Esta indefensión la aprovechaba para meterse con él a todas horas el tocapelotas de Lodeiros, que era un tipejo odioso y un abusón que se divertía fastidiando continuamente a todo el mundo y que llegaba incluso a requisar a los más pequeños los víveres se traían de su casa tras el fin de semana para suplementar la deficiente alimentación a la que nos sometían en el colegio.

Luis Manso era, haciendo gala a su apellido, un tipo pacífico que no se metía con nadie y soportaba con estoica paciencia la permanente chinchadura de Lodeiros. Pero un día en que Lodeiros se puso a remedar en tono de burla su tartamudez, la cosa le cayó mal y le soltó un guantazo que le tiró al suelo. Todos nos quedamos pasmados, pues nos sorprendió tal reacción, que no era la habitual; y sobre todo Lodeiros, que más que pasmado, se quedó sobrecogido, anonadado, atontado y no supo reaccionar y se quedó en el suelo como preguntándose qué es lo que había pasado, como si se hubiese caído desde la luna o algo así. 

Todos nos alegramos y hasta felicitamos a Luis Manso, pues todos sufríamos en mayor o menor medida el hostigamiento de Lodeiros y le teníamos tirria y consideramos que se lo había ganado con creces. La hostia le vino bien, casi como si estuviera consagrada, pues a partir de ese día cambió radicalmente de actitud, dejó de chinchar al prójimo, se interesó por los temas espirituales, fue a hablar con el padre Gerardo, se confesó y se hizo un asiduo de la capilla. 

Por su parte, Luis Manso resplandeció ante nuestros ojos como un héroe, el que nos había librado de un enemigo odioso y una carga insoportable, y a nadie se le volvió a ocurrir llamarle Gallina, pues en reconocimiento a su proeza le otorgamos a partir de entonces el título honorífico de el Gallo.