sábado, 25 de julio de 2015

Job

No dijo nada cuando me sorprendió en nuestra cama de matrimonio con su mejor amiga.
No dijo nada cuando saqué el dinero que había estado ahorrando para su soñado viaje a Canadá y me lo gasté en un 4x4 para ir de caza.

No dijo nada en vacaciones cuando la dejé tirada en la playa los quince días con los niños y me largué a correrla en el yate de Manolo.
Y tampoco dice nada ahora, ni siquiera sonríe. Solo me mira compasivamente mientras me retuerzo en el suelo de la cocina y echo espumarajos por la boca tras haber ingerido sus deliciosas lentejas.