domingo, 25 de febrero de 2024

Pesadillas

Cuando abro los ojos cada mañana lo primero que siento es alivio. Alivio por librarme de la pesadilla que estaba soñando y de la que todavía me acuerdo. Una pesadilla disparatada, absurda, inconcebible en la vigilia e invivible en la realidad, pero que en el sueño me atormenta con una nitidez espeluznante que me hace sudar y poco falta para que me haga hasta sangrar. A las pesadillas de la vida real, que a veces también son absurdas, por lo menos se las puede acometer con la realidad. Pero en el sueño ¿qué narices puedes hacer?

Por eso despertar es un alivio. Vivir es un alivio. Despierto con alegría y vivo con entusiasmo. Y no me acuesto con miedo. Al acostarme, ya no me acuerdo de la pesadilla matinal. En cuanto abro los ojos, reconozco mi habitación, me hago cargo de mi existencia y pongo un pie descalzo en el suelo frío para ir inmediatamente a mear, me libro de su rebaba. Podría decirse que la pesadilla la orino y a otra cosa mariposa. Se va a los mares del sur, o tal vez al éter, al tirar de la cadena. Tirar de la cadena es tirar de la cadena de la guillotina que la decapita. Ya no me acuerdo más.

Pero ahora me he acordado por casualidad y me preguntó de dónde narices vendrán estas pesadillas, a veces recurrentes, a veces novedosas, que me tiznan la almohada. ¿Vendrán de los recónditos repositorios de la infancia? ¿Las provocarán los sueños no realizados, las frustraciones consolidadas, las zozobras consuetudinarias, los traumas no reconocidos, los deseos insatisfechos, las verduras mal digeridas de la cena?

¿A qué ton, por ejemplo, esa pesadilla recurrente en que trato de llegar a tiempo a una sala que está en un pasillo con el que nunca doy por más que subo y bajo escaleras de una planta a otra y recorro de cabo a rabo todo el edificio?

O esa otra en que al volver a casa me planto al pie del ascensor pero no recuerdo ni en qué planta ni en qué piso vivo o si es que ya me he mudado de domicilio y no me acuerdo.

O aquella en que quiero volver en autobús desde el centro a mi barrio pero dudo qué autobús coger porque no recuerdo bien el número ni las paradas y al final me subo a uno que me lleva por un trayecto que no reconozco y me acaba dejando en un suburbio peligroso a merced de los delincuentes.

O esa en que quiero coger el metro y resulta que estoy en el andén contrario y quiero pasar al otro lado y me extravío en un laberinto de túneles y pasillos que anuncian todas las líneas menos la mía.

O aquella en la que paseo por una calle en la que han puesto una feria del libro antiguo y de ocasión con unas ofertas buenísimas y unos libros apreciadísimos que llevo buscando un montón de tiempo y que me desespero por comprar, pero por más que rebusco no llevo encima un puto euro (y por un euro me daban dos libros). 

O la más real de todas, esa en la que vuelvo con mi familia a mi antiguo piso, el que vendí sin tener que haber vendido, aprovechando que se han ido de fin de semana sus actuales inquilinos, y abro la puerta con la llave que en la realidad no conservo, pero en el sueño sí, y allí que me meto y allí que me paso el fin de semana transido por la zozobra pensando que van a volver inesperadamente en cualquier momento y me van a pillar.

¿Tiene algún sentido que tu propio inconsciente te torture de esta manera? ¿Es de recibo que el domingo, en vez de a las siete y diez, como los días laborables, te quieras levantar a las diez y siete para descansar un poco más y te tengas que levantar a las ocho menos cuarto asqueado de las tonterías que estás soñando y de las que estás teniendo ya conciencia porque en vez de estar sumido en un sueño profundo estás flotando en una apestosa duermevela en la que eres consciente de lo que inconscientemente sueñas.

 ¡No hay derecho, hombre! 

viernes, 16 de febrero de 2024

Ideario alfabético

                                    


 

Andar por las nubes,

Beber los vientos,

Comerme el mundo,

Chocar los cinco con los ángeles,

Dar en el clavo y en el verso,

Enseñar al que no sabe,

Fastidiar a los sabihondos,

Ganar amigos sin perder principios,

Hacer el payaso en vez del tonto,

Imaginar mundos mejores,

Jugar con la pelota,

Leer poesía, novela, cuento, ensayo, periódicos, revistas, prospectos de medicamentos…;

Llamar a las cosas por su nombre, por el placer de pronunciar el nombre de las cosas bonitas y la necesidad de denunciar las cosas horrendas.

Mirar por los bocinos, como cuando era pequeñajo,

Nadar a contracorriente si la corriente nos arrastra a mares abyectos,

Opinar de todo un poco, pero sabiendo algo de todo;

Pedir peras al olmo y que me den manzanas las encinas,

Querer que me quieran aquellos a quienes quiero,

Reírme de mí mismo y no dejar que se rían de mí,

Sentirme vivo sin acogotarme porque me espere la muerte,

Tender puentes,

Unir corazones,

Vencer a los molinos de viento,

Yacer con hembra placentera

y Zafarme de los cenizos por los días de los días, amén.

sábado, 10 de febrero de 2024

Carril vicio

 


Odio al agente que hace frutin por el carril vicio. ¿Pero es que no se dan Cuenca de que les puede arrullar un ciclista que venga a toda patilla y mandarlos a la uvi doble? Es como si yo me fuera a jugar al tenis a una misa de pinpón o a practicar escaldada en una canasta de baloncesto.

Otro problema son los aciagos y las aciagas, que también se echan a pasear por el carril vicio, sobre todo cuando llueve, porque así no cogen barrios. Muchos tienen las facultades mimadas, que el que no está sordo está medio cielo, y enzima no tienen reflejos y no te ven venir. Como vayas un poco despiadado te los llevas por delante.

Yo ya he escrito al Ayuntamiento varios corros electrónicos exponiendo mi quechua para que tome tartas en el asunto y mande a la policía municipal a poner cuatro multas antes de que suceda alguna Engracia. Yo, por mi padre, para curarme en salud, tengo suscrito un seguro de rasposibilidad civil para ciclistas que me cubre todos los maños y prejuicios si atropello a un peatonto. Me sale por un ajo de la calva, pero más vale prevenir que currar.                                       

                             © Adrián San Juan, febrero 2024  

viernes, 2 de febrero de 2024

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES EN RELACIÓN CON EL SER HUMANO (O VICEVERSA)

 PREÁMBULO

a)    Puesto que el derecho es una convención humana que no existe en la naturaleza, donde prima la ley de la supervivencia, solo pueden establecerse derechos de los animales en relación con el hombre y solo al hombre, como único animal dotado de conciencia puede exigírsele que los respete. Así, nunca se podrá decir que una cebra tiene derecho a la vida en relación con un león ni podrá nunca exigírsele a un león que no se coma a una cebra por respeto a su derecho a la vida.

b)  Corresponde pues al hombre reflexionar en conciencia sobre qué derechos atribuye a los animales conforme a su sentido de la dignidad, a las leyes generales de la naturaleza y de la vida y a los conceptos morales desarrollados por su evolución cultural.  

c)    Por todo ello, el hombre puede y debe otorgar a los animales ciertos derechos para dignificarlos y para dignificarse a sí mismo en su trato con ellos y no incurrir en conductas contrarias a su propia dignidad como el abuso, el maltrato y la crueldad innecesaria e injustificada.

d)   Pese a que en las relaciones humanas los derechos comportan deberes, en las relaciones con los animales los seres humanos podrán atribuirles derechos que se comprometen a respetar, sin poder exigirles deberes a cambio, pues los animales, al no tener conciencia, no tienen conciencia del deber, como tampoco tienen conciencia del derecho. Por ello, los derechos que los seres humanos atribuyan a los animales se convertirán automáticamente en deberes para el hombre, sin que los animales tengan ningún deber hacia el ser humano.  

e)  Tras una reflexión guiada por el único criterio de lo que en conciencia me parece justo y razonable, propongo los siguientes artículos para una declaración a debate y en formación sobre los derechos universales de los animales.


Artículo primero

En ningún caso los animales pueden ser considerados iguales al hombre, por ser este el animal más evolucionado, dotado de mayor inteligencia, de lenguaje, de conciencia y sentido moral, capaz de razonamiento abstracto y producción artística y capaz de adaptarse al medio no solo por evolución física, sino también modificándole y generando cultura.

También cabe establecer diferencias entre los animales y no considerarlos a todos por igual. Parece conveniente ser más cuidadosos en el trato con los animales superiores, como los mamíferos, dotados de un sistema nervioso más complejo y por tanto de mayor sensibilidad y susceptibles de mayor sufrimiento. Así, parece razonable observar con un caballo una conducta más cuidadosa que con una mosca y siempre nos parecerá más execrable matar a un caballo que a una mosca.

Por lo mismo nos parece conveniente conceder derechos especiales a animales especiales o en situaciones especiales, por ejemplo a animales que ya han sido objeto de maltrato o a especies en peligro de extinción.

El ser humano será siempre superior en derechos a los animales y especialmente cuando entren en juego derechos fundamentales como el derecho a la vida. Siempre que entren en confrontación el derecho a la vida de un ser humano y el de un animal se optará por salvar la vida del hombre, aun a costa de la del animal. Por ejemplo, se disparará contra un perro que ha hecho presa en el cuello de una persona y amenaza su vida.    


Artículo segundo

El ser humano tiene derecho, siguiendo las reglas generales de la vida, a alimentarse de los animales. Este derecho le otorga a sí mismo el derecho a cazarlos o criarlos para tal fin. Los métodos de caza y de crianza deben ser lo menos lesivos posibles para los animales, y ya que incluyen inevitablemente la muerte y el sacrificio del animal, esta debe producirse de la forma menos traumática y más indolora posible.


Artículo tercero

El ser humano tiene derecho al empleo de los animales en tareas de trabajo, ocio, recreo, espectáculos, deportes y como mascotas, siempre que todas estas actividades se desarrollen dentro de la ley y otorgándoles los debidos cuidados. Quedan excluidas de este derecho y reprobadas por inmorales todas las actividades que comportan la muerte del animal o su sufrimiento extremo como puro espectáculo y divertimento, tales como corridas de toros, peleas de gallos, caza del zorro y otras sobradamente conocidas.


Artículo cuarto

El ser humano tiene derecho a mantener animales en cautividad y confinados en zoológicos cuando sus fines sean loables: proteger especies amenazadas, promover el conocimiento de los animales y con él la preocupación por ellos, desarrollar la sensibilidad medioambiental y el ecologismo, etc.


Artículo cinco

El ser humano tiene derecho a intervenir en la naturaleza y protegerse drásticamente de los animales cuando estos le amenacen en forma de plaga o infección. En tales casos podrá utilizar contra ellos cuantos recursos requiera el control de la amenaza: insecticidas, antibióticos, etc.


Artículo final

Cuando no exista ninguna de las justificaciones anteriormente señaladas, el ser humano respetará la vida de los animales y sus ecosistemas y los tratará con dignidad, sin hostigarlos ni maltratarlos y procurando favorecerlos en cuanto le sea posible.

 

                                                                © Adrián San Juan Galindo, 2024