domingo, 31 de marzo de 2024

Agudas, llanas y esdrújulas

 


Por la disposición del acento las palabras se clasifican en agudas, llanas y esdrújulas.

A mí las que más me gustan son las llanas porque son las de la familia: madre, padre, hermanos, esposa, hijos, abuelos, tíos, primos, suegro, cuñados. Y también son llanas las palabras de todas mis patrias, desde la más pequeña a la más grande: Calabazas, Fuentidueña, Segovia, Castilla, España, Europa, mundo, universo, infinito… Y palabra llana es el nombre más bonito y más dulce de pronunciar que existe en cualquier lengua: Lola.

Pero acaso me gusten más, ¡qué narices!, las palabras agudas, que son las de mi nombre y mi identidad: Adrián San Juan. Y por si eso fuera poco, son las palabras del amor y de la amistad: corazón, pasión, lealtad, fidelidad, ilusión… Y por si eso no fuera suficiente, también son agudos todos los monosílabos, especialmente los que más necesitamos: sol, mar, luz, paz, pan

Pero si lo pienso bien, ¡jolines!, a lo mejor me gustan más todavía las palabras esdrújulas, que son las más líricas, como pájaro, trémulo o álamo; y las más eróticas, como púbico, glúteo y clítoris; y las más místicas y las más mágicas y las más artísticas y las más...

¿Entonces en qué quedamos?

Pues en eso, en que las palabras que más me gustan son todas las palabras, especialmente las esdrújulas, las llanas y las agudas, sin olvidarme de los monosílabos.  


viernes, 22 de marzo de 2024

5 vocales



Cinco vocales: a, e, i, o, u. No hacen falta más.

La a es la que pronuncias cuando te tiras pon un barranco o te desangras por una herida. Es también la vocal del asombro, la que te abre la boca cuando te quedas pasmado al ver pasar un cometa que casi te parte la crisma. Dicen algunos que también es la vocal del estertor de la muerte; pero, afortunadamente, yo no he presenciado la muerte de nadie. El día que yo me muera, si estoy en mi sano juicio y tengo las suficientes fuerzas, procuraré en el último momento exhalar las cinco vocales, como Dios manda, en orden alfabético.

La e es para llamar al que se aleja, al que no te ha visto, al que puede socorrerte o a aquel con quien deseas reencontrarte. Es también la vocal de la extrañeza. La vocal de los despistados y los desatentos, la vocal preferida de los que no se enteran de nada, la vocal fática de la falta de comprensión. Yo es la que más uso cuando me hablan en cualquier otro idioma, pues tengo la graciosa desgracia de ser unilingüe.

La i es para reírse, la o para asombrarse y la u para asustar.

Las palabras con muchas aes suenan imponentes, como tatarabuela, pachamama, mamarracha o marranada, o el pueblo segoviano de Zamarramala, que luego, como pueblo, no es tan imponente, porque no tiene racacielos ni paseo marítimo.

Las palabras con muchas es son campechanas, como requetebién, tentempié, relente o pelele. Aunque algunas suenan muy repelentes, como repelente.

Las palabras con muchas íes son divertidas, como chirimiri o pitiminí. Cuando juego a pronunciar las frases utilizando solo la vocal i, me da la sensación que a cada palabra que pronuncio me vuelvo más chiquirritinín.

Las palaras con muchas oes son muy impactantes, como modorro, morrocotudo o coscorrón. Como la o es tan redondita que parece una rosquilla y te dan ganas de comértela, me parece que hay palabras bien hechas, como bollo y roscón; y no como otras, que no tienen ningún sentido, por ejemplo diptongo, que no es un diptongo, o hiato, que en vez de hiato es diptongo, tócate los pies. Eso por no hablar de todo junto, que se escribe separado, y separado, que se escribe todo junto. ¡Menudo ingeniero el que hizo el español!

Las palabras con muchas úes parecen de cachondeo, como bululú o tururú. La u me gusta mucho muchísimo porque para pronunciarla hay que poner los labios como para dar un beso. Yo, si me dejaran, me comunicaría muchas veces solo a úes y besos.   

Pero las palabras más bonitas y más tiernas son las que tienen las cinco vocales, como riachuelo y abuelito.

Cinco vocales: a, e, i, o, u. No hacen falta más. Como tampoco hacen falta más dedos en una mano. Si asocio las vocales a los dedos de la mano, siempre tengo la misma intuición: que el pulgar es la o y el meñique la i y el corazón la a y el índice la e y el anular la u. ¿Por qué será? ¿Os pasa a vosotros lo mismo?



domingo, 17 de marzo de 2024

Oda al número π

 


Oda a ti,

número π,

el más πzπreto de los números,

el más ππolo, el más reππ,

siempre dándole al πco,

que pareces un pollito,

siempre diciendo πo πo,

que yo no he sío.

 

Eres dulce como una πruleta,

πcante como una guindilla,

sabroso como el πmentón

y jugoso como la ππrrana.

 

Eres el número preferido

de los matemáticos y de los πratas,

de los πcadores y de los πrados,

de los πoneros y de las πtonisas.

 

¡Qué orgullosos están de ti

πtágoras y Brad π!

 

Y yo también,

pero no digo ya más de ti,

admirado número π,

porque me estoy haciendo ππ.

 

 © Adrián San Juan, 14 de marzo de 2024, día de π


sábado, 9 de marzo de 2024

Tres palabras

 


Tres palabras que lo dicen todo para dejar la vida en nada:

        No (carguen)

        te (apunten)

        quiero (¡fuego!)


sábado, 2 de marzo de 2024

Contra la gente que se salta los semáforos

 


Yo estoy contra la gente que se salta los semáforos. Me da igual que sean automovilistas o viandantes, ancianos de boina y cachaba o adolescentes de tontería y griterío, maratonianos entrenando la próxima carrera o tullidos en apuros, repartidores con su furgoneta en horario laboral o chavalejos con su patinete enredando por las calles, señoras apuradas con la bolsa de la compra u ociosos paseadores de perros. 

Estoy contra la gente que se salta los semáforos como si su prisa fuese más importante que la de los demás.

Quien no tiene escrúpulos a la hora de saltarse un semáforo, a lo peor tampoco los tiene a la hora de saltarse un ser humano.

Especialmente estoy contra la gente que se salta los semáforos llevando un niño de la mano, como si eso les cargase de razón.

Tampoco me gustan los que se saltan los semáforos con la excusa de que llueve mucho y se están empapando mientras esperan a que cambie de color.

Y sobre todo estoy contra la gente que se salta los semáforos cuando no van a ninguna parte y nadie, absolutamente nadie, les espera al otro lado.