Cinco vocales: a, e, i, o, u. No hacen falta más.
La a es la que
pronuncias cuando te tiras pon un barranco o te desangras por una herida. Es
también la vocal del asombro, la que te abre la boca cuando te quedas pasmado
al ver pasar un cometa que casi te parte la crisma. Dicen algunos que también
es la vocal del estertor de la muerte; pero, afortunadamente, yo no he
presenciado la muerte de nadie. El día que yo me muera, si estoy en mi sano
juicio y tengo las suficientes fuerzas, procuraré en el último momento exhalar
las cinco vocales, como Dios manda, en orden alfabético.
La e es para
llamar al que se aleja, al que no te ha visto, al que puede socorrerte o a aquel
con quien deseas reencontrarte. Es también la vocal de la extrañeza. La vocal
de los despistados y los desatentos, la vocal preferida de los que no se enteran
de nada, la vocal fática de la falta de comprensión. Yo es la que más uso
cuando me hablan en cualquier otro idioma, pues tengo la graciosa desgracia de
ser unilingüe.
La i es para
reírse, la o para asombrarse y la u para asustar.
Las palabras con muchas aes suenan imponentes, como tatarabuela,
pachamama, mamarracha o marranada, o el pueblo segoviano de Zamarramala, que luego, como pueblo, no
es tan imponente, porque no tiene racacielos ni paseo marítimo.
Las palabras con muchas es son campechanas, como requetebién,
tentempié, relente o pelele. Aunque algunas suenan muy
repelentes, como repelente.
Las palabras con muchas íes son divertidas, como chirimiri
o pitiminí. Cuando juego a pronunciar
las frases utilizando solo la vocal i,
me da la sensación que a cada palabra que pronuncio me vuelvo más chiquirritinín.
Las palaras con muchas oes son muy impactantes, como modorro,
morrocotudo o coscorrón. Como la o es
tan redondita que parece una rosquilla y te dan ganas de comértela, me parece
que hay palabras bien hechas, como bollo
y roscón; y no como otras, que no
tienen ningún sentido, por ejemplo diptongo,
que no es un diptongo, o hiato, que en
vez de hiato es diptongo, tócate los pies. Eso por no hablar de todo junto, que se escribe separado, y separado, que se escribe todo junto.
¡Menudo ingeniero el que hizo el español!
Las palabras con muchas úes parecen de cachondeo, como bululú
o tururú. La u me gusta mucho muchísimo porque para pronunciarla hay que poner
los labios como para dar un beso. Yo, si me dejaran, me comunicaría muchas
veces solo a úes y besos.
Pero las palabras más bonitas y más tiernas son las que
tienen las cinco vocales, como riachuelo
y abuelito.
Cinco vocales: a, e, i, o, u. No hacen falta más. Como
tampoco hacen falta más dedos en una mano. Si asocio las vocales a los dedos de
la mano, siempre tengo la misma intuición: que el pulgar es la o y el meñique la i y el corazón la a y el
índice la e y el anular la u. ¿Por qué será? ¿Os pasa a vosotros lo
mismo?