Por la disposición del acento las palabras se clasifican en agudas, llanas y esdrújulas.
A mí las que más me gustan son las llanas porque son las de la familia: madre, padre, hermanos, esposa, hijos, abuelos, tíos, primos, suegro, cuñados. Y también son llanas las palabras de todas mis patrias, desde la más pequeña a la más grande: Calabazas, Fuentidueña, Segovia, Castilla, España, Europa, mundo, universo, infinito… Y palabra llana es el nombre más bonito y más dulce de pronunciar que existe en cualquier lengua: Lola.
Pero acaso me gusten más, ¡qué narices!, las palabras agudas, que son las de mi nombre y mi identidad: Adrián San Juan. Y por si eso fuera poco, son las palabras del amor y de la amistad: corazón, pasión, lealtad, fidelidad, ilusión… Y por si eso no fuera suficiente, también son agudos todos los monosílabos, especialmente los que más necesitamos: sol, mar, luz, paz, pan…
Pero si lo pienso bien, ¡jolines!, a lo mejor me gustan más todavía las palabras esdrújulas, que son las más líricas, como pájaro, trémulo o álamo; y las más eróticas, como púbico, glúteo y clítoris; y las más místicas y las más mágicas y las más artísticas y las más...
¿Entonces en qué quedamos?
Pues en eso, en que las palabras que más me gustan son todas las palabras, especialmente las esdrújulas, las llanas y las agudas, sin olvidarme de los monosílabos.
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