Al principio él no hablaba. Se sentaba frente a su café, que pedía muy caliente y luego bebía a sorbos pequeños, y se limitaba a escuchar. Con mucha atención, eso sí. Se veía que disfrutaba, que era de esas personas que llaman “escuchatanes”, por oposición a los “charlatanes”, porque verdaderamente no sienten ninguna necesidad de hablar de sí mismos, como si no tuvieran nada que contar, y les interesa cualquier vagatela sobre los demás.
Pero esta actitud a los demás llegó a fastidiarnos. Pensamos que era injusto que nosotros pusiésemos en el asador toda la carne de nuestras intimidades y él fuese tan reservado, así que un día nos compinchamos para forzarle a hablar. Llegado el momento, sentados frente al café en la reunión semanal de los viernes por la tarde, todos nos callamos y alguien le exigió, como quien no quiere la cosa: “Hoy te toca a ti contar algo, macho, que nunca nos cuentas nada.”
¡Y vaya si contó! Contó que era extraterrestre, que venía de otra galaxia, que había vivido en otras dimensiones y que había recalado en la nuestra y en nuestro planeta más por azar que por elección, pero que aquí se había sentido a gusto desde el primer momento, desde la primera era geológica, vaya, y que tanto en la Prehistoria como en todos los periodos de la Historia hasta hoy había encontrado interesante la vida en la Tierra, con más alicientes, de hecho, que en ningún otro lugar del cosmos infinito, y que por eso se había quedado. Por eso y porque estaba entre las prerrogativas de su condición existencial poder elegir, claro.
Contó que a lo largo de sus numerosas vidas en nuestro planeta, que no eran exactamente lo que nosotros llamamos “reencarnaciones”, sino otra cosa más compleja, se había enamorado y convivido, desde su elegida entidad de hombre, con mujeres de todas las razas y condiciones, aunque sin engendrar hijos en ellas, pues eso sí que no estaba a su alcance.
Contó que había desflorado vírgenes en todos los continentes, había participado en cien guerras y revoluciones, se había codeado con mil próceres, una vez hasta fue mártir, otra caníbal y otra capitaneó una hueste bárbara invasora. Contó que había practicado todas las religiones, que había naufragado, ardido en la hoguera, muerto un par de veces, la primera durante la Peste Negra, y resucitado otras tantas.
Contó que en algunos de esos tránsitos entre la vida y la resurrección prefirió estar algún tiempo en forma de espíritu y también encontró en ello ciertos alicientes, aunque manifestó preferir la existencia corpórea por muchos motivos y no solo por disfrutar de los placeres de la carne, que no son nada desdeñables y no se conocen en otros estados de la energía ni en otras dimensiones de la existencia.
En fin, contó tantas historias, tan variadas, tan disparatadas que unos le tomaron por un farsante de tomo y lomo, otros por un cachondo, un guasón, y otros directamente por un loco de remate.
Yo tengo mis dudas. Si es verdad que es un extraterrestre, lo demás es perfectamente creíble y explicable. Pero cómo saberlo. Él no aporta pruebas. En cualquier caso, ahora en la reunión de los viernes nos callamos todos directamente en espera de que hable él, pues sus historias son las más interesantes con mucho, y eso es lo que cuenta.
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