No es la primera vez que traigo al papel el siguiente razonamiento: La diferencia entre el cuadro de “Las lanzas” y “La rendición de Breda” histórica radica en la mirada de Velázquez; él recibió la información necesaria que transformó en un lienzo, y para el resto de los mortales ya no existe otra hazaña en Flandes que la que resolvió el genial pintor de aquella manera; nuestra imagen de los tercios pasa por aquella instantánea, irremisiblemente. ¿A quién atacó Alonso Quijano, a unos molinos o a unos gigantes? ¿…y qué más da? Lo importante es que para Don Quijote aquello no eran sino gigantes.
Lo que acontece de una manera objetiva ante cualquier espectador, no es algo absoluto, es relativo, cada cual es dueño se su propia sensibilidad, de su propia experiencia, y de muchas cosas más. Aparentemente todos vemos el mismo suceso, pero no todos lo narramos igual, el presunto oyente recibe, pero su trascripción pasa por el tamiz de su razón, y este receptor, si se convirtiera en emisor, elaboraría otra “verdad”, así hasta el infinito…
Lo que quiero resaltar con esta reflexión es que la valoración de cada individuo atiende a su privacidad, y puede ser segmentaria, tendenciosa, poética, científica, lúdica, etc. La subjetividad dibuja distintos perfiles para idénticos modelos, interpretaciones dispares para iguales objetos, y es desde esta particular mirada desde la que quiero entrar a evaluar algo tan difícil como el cine.
La mirada de un servidor no es especial, es sencillamente personal, podría ver cien veces la Juana de Arco de Dreyer, solo por las lágrimas de Renée Falconetti, algo que a muchos le puede parecer simple e intrascendente, y es que me es muy difícil encontrar una película rigurosamente redonda, pero hay muchas a las que un solo detalle las convierte en únicas y me atrevería a decir que indispensables.
Voy a enumerar una serie de películas y a acompañarlas de una breve meditación, la elaboro de forma salteada, sin un orden preconcebido, venidas al pensamiento al libre albedrío, o quizá enlazando abstracciones invisibles. Por supuesto es una lista abierta, no porque vayan a salir algunas de ellas, pero sí porque pudieran entrar otras nuevas a acompañas a las reseñadas. Vamos pues:
Gladiador, por su banda sonora, posiblemente Zimmer es el mejor.
El puente, por su emoción inocente.
El Barón Rojo, un recuerdo infantil, una sala ya desaparecida,…mi padre también.
Apocalypse Now, por Wagner, Conrad y Frazer.
Largo domingo de noviazgo, su fotografía y su guión.
La caída de los dioses, porque alguien nos enseñó que con luces y sombras un fotograma puede suplantar a un lienzo.
Las nieves del Kilimanjaro, por el rostro más hermoso que contempló una cámara.
Fresas salvajes, por su onirismo simbólico.
El contrato del dibujante, por la perfecta conjunción entre imagen y sonido.
Alexander Nevsky, la mejor partitura de la historia.
Muerte en Venecia, Mahler muy lento.
El inocente, Dios mío… Laura Antonelli.
Eleni, más cuadros para una exposición.
El guardaespaldas, una canción.
Los pájaros, la inquietud, la impotencia en estado puro.
2001: Una odisea del espacio, el origen de la humanidad y “Así hablo Zaratustra”
Un perro andaluz, surrealismo hecho cine.
Matar a un ruiseñor, porque yo también quise ser Atticus Finch.
El salario del miedo, angustia, angustia, angustia.
La humanidad en peligro, ese inolvidable y aterrador sonido del miedo.
La leyenda de la ciudad sin nombre, Lee Marvin sufriendo una canción inolvidable.
El maquinista de la general, una del oeste para “cara de palo”.
Solo ante el peligro, de Zinnermann. La película más completa que conozco, su tempo, su tema musical, la hermosura incomparable de Gace Nelly, y sobre todo Gary Cooper: nadie llenó tanto la pantalla como ese personaje.
La miel, porque las carteleras también son historia del cine.
Cirano de Bergerac (1990), una gran adaptación de uno de los personajes más románticos de la literatura: …un beso es el acento del verbo amar.
Los puentes de Madison, ternura con mayúsculas.
El señor de la guerra, por la resurrección de Ofelia.
Dumbo, siempre lloraré con el balanceo de ese elefantito en la trompa de su madre.
Ocho veces demostrado
Hace 10 años