domingo, 25 de mayo de 2014

Máquinas


Una máquina me da de comer, otra me ayuda a respirar, otra acompasa mi ritmo cardiaco, otra limpia mi sangre, otra elimina mis detritos.

Mis hijos vienen cada día, las revisan, las limpian, las ajustan, las programan, hablan con ellas…

Por mí ya ni preguntan.

domingo, 18 de mayo de 2014

La rata


Todo mi empeño es enseñar a hablar a la rata. Ya he conseguido que me entienda y sabe perfectamente cuándo la digo “Ven” y cuándo la digo “Vete”, o “Come” y “Eso no, que es para mí”. Pero yo quiero algo más porque su compañía, que es un consuelo, no es completa sin la satisfacción del lenguaje. Aunque me escucha atentamente y se conmueve con mis historias, me gustaría no solo contarle yo cosas, sino que también ella me contase a mí sus emociones, sus sentimientos, sus ideas; y poder tener conversaciones de tú a tú sobre temas profundos como si cree en Dios o qué piensa del progreso científico y tecnológico ahora que hemos visto al fin sus resultados; o a quién considera responsable último de esta catástrofe que nos ha dejado a ella y a mí solos, huérfanos, desamparados, únicos vertebrados vivos sobre la corteza terrestre.

domingo, 11 de mayo de 2014

El cuchillo


Era yo el cuchillo más antiguo de la casa. Yo rebané el pan y corté el jamón y el queso en la merendilla de inauguración del piso cuando eran una parejita encantadora y muy enamorada. Me usaban para todo: era yo el que picaba la verdura, yo el que troceaba el pollo, yo el que pelaba la piña, yo el que partía en porciones la tarta de cumpleaños. Con el tiempo tuvieron hijos y pasé también a preparar los bocatas de los niños, a untar la nocilla en el pan, a rebanar el bizcocho del desayuno. Era yo, sí, el preferido tanto del señor como de la señora y disputaban por mí cuando coincidían en la cocina porque yo era el que mejor cortaba. ¡Yo era el que partía el bacalao, qué narices!

¡Anda que no habrá llorado veces conmigo la señora picando cebolla para hacer su suculento pisto manchego o sus riquísimos sofritos! También ahora está llorando, pero no me da ninguna pena, no la tengo ni pizca de lástima porque es una traidora y no me ha elegido a mí para esta importante tarea, sino al otro, al nuevo, al advenedizo, al que compró hace pocos días en secreto y en secreto escondió en el último cajón de la cocina, ese malnacido que acaba de usurpar mi trono, ese bastardo al que contemplo con rabia, con despecho, con envidia clavado hasta las cachas en el pecho del señor.

domingo, 4 de mayo de 2014

La palabra



Al niño acaban de regalarle una libreta y un lápiz. Escribe en una hoja la palabra “pájaro” y, en la ingenuidad de su infancia, la arranca y la arroja al aire. Como esperaba, la hoja echa a volar.

En otra hoja escribe la palabra “pez” y la tira al río. La hoja se sumerge y se aleja nadando a favor de la corriente. Otra vez se han cumplido sus expectativas.

Convencido de que la escritura configura la realidad, sigue llenando hojas y no para desde entonces, solo que ya no son palabras aisladas, sino versos, frases, párrafos, capítulos. Escribe, escribe, escribe, no se cansa, no puede cansarse, porque el mundo todavía no es perfecto y hay que estar continuamente escribiendo, reconfigurándole para que no se vuelva un disparate.

Hoy el niño sigue siendo igual de ingenuo, pero es ya un anciano. Mañana viaja a Estocolmo a recoger no sé qué premio.