Todo mi empeño es enseñar a hablar a la rata. Ya he
conseguido que me entienda y sabe perfectamente cuándo la digo “Ven” y cuándo
la digo “Vete”, o “Come” y “Eso no, que es para mí”. Pero yo quiero algo más
porque su compañía, que es un consuelo, no es completa sin la satisfacción del
lenguaje. Aunque me escucha atentamente y se conmueve con mis historias, me
gustaría no solo contarle yo cosas, sino que también ella me contase a mí sus
emociones, sus sentimientos, sus ideas; y poder tener conversaciones de tú a tú
sobre temas profundos como si cree en Dios o qué piensa del progreso científico
y tecnológico ahora que hemos visto al fin sus resultados; o a quién considera
responsable último de esta catástrofe que nos ha dejado a ella y a mí solos,
huérfanos, desamparados, únicos vertebrados vivos sobre la corteza terrestre.
Ocho veces demostrado
Hace 10 años
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