Yo te maldigo, oh absurdo, padre borracho que maltrata a sus hijos, hijo sinvergüenza que humilla a su padre, madre avarienta que esconde sus pezones rezumantes de leche, bebé prematuro que nace riendo y mofándose del dolor de su madre descuajada.
Yo te desprecio, oh absurdo, alimaña desdentada, rata pestilente, oruga urticante que atraes con brillo de luciérnaga, gorrino que se alimenta de sus propias heces y engorda y engorda hasta reventar en plena noche.
Yo te odio, oh absurdo. ¿En qué momento sembraste tus huevos en el cerebro de los hombres para que en él creciesen tus larvas? Te odio porque haces que los hombres se comporten como un virus, cometan locuras indignas y persigan sueños mutilados.
Yo te condeno, oh absurdo, patrón de los imbéciles, que te adoran mientras te riegan con su baba. Te condeno por alimentar con leña verde el fuego fatuo de las intenciones putrefactas y dar cobijo en tus cloacas a la maldad de la vida, por orinar en la nieve de la que brotan los manantiales y escupir en la cara a los hombres de buena voluntad.
Yo
me cago en ti, oh absurdo, y si pudiera te enterraba en un abismo del
inframundo bajo mil toneladas de nubes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario