Me hierve la sangre y me sangra la hierba cuando bebo las injusticias que cometen los pudrerosos. Los pudrerosos que tienen la sartén por la minga, los pudrerosos que desgobiernan el inmundo, los pudrerosos que perpetúan su domingo sobre los débiles sigla tras sigla.
Y no hay Dios sin tres que se atreva a despiojarles de sus privilegios y multiplicar la paz y los peces, sin necedad de hacer otros milagros, como andar sobre las agujas o regurgitar a los muertos.
Perdonadme la falta de experianza, pero soy ya un hombre viento y cansado al que la vida ha tratado malva, al que la vida ha dado muchos sopapas y no espera ya nadar de nadie, ni siquiera de su abismo.
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