domingo, 1 de septiembre de 2024

Jonás


Al alcanzar la mayoría de edad, 18 años, se empeñó en que quería llamarse Jonás y causó gran disgusto en la familia, pues, por acuerdo de ambas ramas, le habían puesto Juan Antonio: Juan por su abuelo paterno y Antonio por su abuelo materno, que todavía vivían los dos y ambos se lo tomaron muy a mal, tanto que casi le repudiaron. Pero él tenía claro que no quería llamarse Juan Antonio, no porque no le gustase ese nombre, sino porque tenía vocación de Jonás. El nombre de Jonás le atraía, le seducía, le emocionaba, le reconfortaba, le aportaba un toque místico y pensaba que con un nombre así le pasarían cosas más interesantes que llamándose Juan Antonio, que era nombre de oficinista o de aparejador.

Y así sucedió. Todo fue ir al registro, cambiarse el nombre y empezar a cambiarle también la vida. Por lo pronto decidió abandonar los estudios, con nuevo gran disgusto de su familia, para irse a ver mundo y correr aventuras. Se enroló en un mercante gallego que iba a Tokio. Allí desembarcó y con el dinero ganado durante la travesía buscó alojamiento y se instaló. Encontró trabajo de ayudante de cocina en un restaurante español que hacía paellas y cachopos. Se enamoró de la hija de su casero, una japonesita preciosa aficionada al cosplay. Se convirtió al sintoísmo. Se casaron y tuvo un bebé que se parecía más a él que a la madre, pero con los ojillos medio cerrados. 

Una noche recibió la llamada: tuvo un sueño revelador en el que habló con ángeles hermafroditas y al amanecer corrió a enrolarse en el Nisshin Maru, un ballenero que zarpaba a iniciar la temporada de caza en los mares septentrionales.

Allí un día, durante un temporal, salió disparado por la borda, pero no se ahogó porque la ballena azul a la que iban a cazar se lo tragó. En su interior ha logrado sobrevivir los últimos tres años alimentándose de compota de plancton. Hasta que el pobre animal, harto de sus molestias intestinales, le ha desovado en la bahía de Cádiz.

La experiencia ha debido de resultarle a Jonás traumática, porque ha apostatado del sintoísmo y ahora se le puede ver en el paseo marítimo todas las mañanas subido a un cajón y predicando la pronta llegada del anticristo.

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