Fui al precipicio con ánimo de arrojarme, aunque sin ánimo de lucro,
pero era fin de semana y estaba lleno de domingueros.
—¿El último, por favor? —pregunté.
—Coja número —me contestó una chica con el corazón partido. Así lo
hice.
—¿Y usted por qué se suicida, señorita, con lo guapa que es?
—Porque me ha dejado mi novio.
—¡Pero, mujer, no la costaría nada encontrar otro.
—Ya, pero el fracaso del primer amor ya no hay quien me lo quite y
habría de vivir toda la vida con esa mácula
—La mancha de una mora con otra se quita.
—¿Usted cree?
—Se lo aseguro. Y estoy dispuesto a demostrárselo con hechos
fehacientes. Véngase conmigo, enamórese de mí y si a los quince días no es
feliz la devuelvo su dinero.
—¡Ah, pero ¿hay que pagar?!
—¡Era una broma, tonta!
—Pues hala, vamos. Total, para suicidarse siempre hay tiempo. Y la
próxima vez, si acaso, vengo en lunes, que por lo menos no habrá cola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario