sábado, 27 de diciembre de 2014

La metamorfosis


El grupo de penitentes se coloca en torno a la mesa. El Gran Fiscal despliega sobre ella el impresionante legajo intitulado “Propósitos 2015”. Allí figuran los nombres de los compromisarios y las obligaciones por ellos contraídas en la correspondiente cena del año anterior libre y voluntariamente, si bien, en algunos casos, bajo el evidente influjo del alcohol: CORRER UN MARATÓN, ADELGAZAR 10 KILOS, VIAJAR AL EXTRANJERO, NO GRUÑIR EN TODO EL AÑO, REFORMAR LA VIVIENDA, APRENDER A COCINAR… Un sinfín de propósitos, o despropósitos, que han quedado la mayoría en papel mojado. El Gran Fiscal va preguntando uno por uno: “¿Has cumplido?” El interpelado aparta la mirada, agacha la cabeza y, con un hilillo de voz apenas perceptible en el que se hace patente el timbre inconfundible de la vergüenza, responde: “No”.

Completada la ronda y acabado el escrutinio, el Gran Fiscal frunce el ceño, levanta la mano, chasquea los dedos y por obra y efecto, no de la magia, sino de la justicia inexorable, aquel grupito de amigos queda convertido al punto en una pintoresca manada de panteras rosas.


domingo, 21 de diciembre de 2014

Besos


No sabemos sin Gunter Höner, austriaco de 33 años, entendió mal la expresión “Quiero que me comas a besos” —en alemán “Ich will, dass du mich mit Küssen zu essen”— enviada por Heidi Smidcht, alemana de 28, a través del chat. Tras su cita erótica en la pensión Edelweiss de Hamburgo, el conserje tuvo que llamar a la policía al encontrar a la pobre Heidi desangrada como consecuencia de las heridas producidas por los múltiples mordiscos que presentaba a lo largo y ancho de todo el cuerpo.

Gunter exclamó con gesto de incomprensión ante el policía que le tomaba declaración: “Ich habe nur versucht, ein williger Liebhaber sein!” (“¡Solo he procurado ser un amante complaciente”).

El conserje declaró a su vez, extrañado, que había oído numerosos alaridos de placer, como era habitual en la casa debido al uso al que se destinaban preferentemente las habitaciones, pero ninguno, creía, de dolor; “Al menos —añadió perplejo— que en esta chica fueran una misma cosa”.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Caricias


El profesor Kabuto y su equipo de la universidad de Yokohama han logrado demostrar experimentalmente las propiedades nutritivas de las caricias. Dividieron una camada de 20 ratas comunes recién nacidas en dos grupos, A y B. Aparte de la alimentación y cuidados convencionales, idénticos para ambos, al grupo A le sometieron además a un tratamiento sistemático a base de caricias de minuto y medio a intervalos de una hora, aplicadas las 24 horas del día en tres turnos de 8 por las ayundantes del profesor, señoritas Kosihiro, Naburi y Okiyama. Los controles rigurosos y diarios de talla y peso revelan que los individuos del grupo A crecieron un 15% más deprisa y engordaron un 20% más que los del B, resultando de ello ejemplares más desarrollados, corpulentos y lustrosos.

En la segunda fase del proyecto se propone el profesor Kabuto realizar el experimento con bebés humanos recién nacidos para poder confirmar así su tesis principal, a saber, que el exceso de atenciones, mimos, besos y caricias recibidos durante la infancia es en las sociedades modernas una de las principales causas de la obesidad mórbida.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Manías


El lunes dijo que se sentía pez, se metió en la bañera y se pasó allí todo el día haciendo inmersiones y chapoteos. No le dimos mayor importancia creyendo que sería alguno de sus habituales caprichos pasajeros. Pero el martes nos salió con que se sentía culebra y se tiró todo el santo día reptando por los pasillos y si te descuidabas te mordía las canillas. Alguna patada se llevó en la boca por este motivo, pero no por eso desistió de su actitud. Empezamos a preocuparnos, pero no tomamos ninguna medida  porque al llegar la noche se metió en la cama con toda normalidad como si se desvaneciera por ensalmo su manía. Pero el miércoles se levantó croando, se puso en cuclillas y recorría el internado dando saltitos y tratando de atrapar moscas con la lengua, cosa que no lograba y, por tanto, se tiró toda la jornada sin probar bocado. A pesar de ello, nos sentimos casi aliviados pues su estampa de sapo no era tan agresiva e impactante como la de reptil del día anterior y podía considerarse como una leve mejoría. Así podría considerarse, a su vez, lo del jueves, en que amaneció perro, se puso a cuatro patas, sacaba la lengua y jadeaba, se echaba a nuestros pies y buscaba nuestras caricias. Nosotros le pasábamos de vez en cuando la mano por la nuca y así se mantuvo tranquilo y feliz todo el día. Con todo, habíamos resuelto no esperar más y llamar al día siguiente a los doctores para que le examinasen detenidamente, pues nos parecía que este acceso de manías encadenadas estaba durando ya demasiado. No hubo lugar: el viernes nada más levantarse se sintió pájaro y su habitación estaba en la sexta planta.