El grupo de penitentes se coloca
en torno a la mesa. El Gran Fiscal despliega sobre ella el impresionante legajo
intitulado “Propósitos 2015” .
Allí figuran los nombres de los compromisarios y las obligaciones por ellos contraídas
en la correspondiente cena del año anterior libre y voluntariamente, si bien,
en algunos casos, bajo el evidente influjo del alcohol: CORRER UN MARATÓN,
ADELGAZAR 10 KILOS, VIAJAR AL EXTRANJERO, NO GRUÑIR EN TODO EL AÑO, REFORMAR LA VIVIENDA , APRENDER A
COCINAR… Un sinfín de propósitos, o despropósitos, que han quedado la mayoría
en papel mojado. El Gran Fiscal va preguntando uno por uno: “¿Has cumplido?” El
interpelado aparta la mirada, agacha la cabeza y, con un hilillo de voz apenas
perceptible en el que se hace patente el timbre inconfundible de la vergüenza,
responde: “No”.
Completada la ronda y acabado el
escrutinio, el Gran Fiscal frunce el ceño, levanta la mano, chasquea los dedos
y por obra y efecto, no de la magia, sino de la justicia inexorable, aquel
grupito de amigos queda convertido al punto en una pintoresca manada de panteras
rosas.