domingo, 21 de diciembre de 2014

Besos


No sabemos sin Gunter Höner, austriaco de 33 años, entendió mal la expresión “Quiero que me comas a besos” —en alemán “Ich will, dass du mich mit Küssen zu essen”— enviada por Heidi Smidcht, alemana de 28, a través del chat. Tras su cita erótica en la pensión Edelweiss de Hamburgo, el conserje tuvo que llamar a la policía al encontrar a la pobre Heidi desangrada como consecuencia de las heridas producidas por los múltiples mordiscos que presentaba a lo largo y ancho de todo el cuerpo.

Gunter exclamó con gesto de incomprensión ante el policía que le tomaba declaración: “Ich habe nur versucht, ein williger Liebhaber sein!” (“¡Solo he procurado ser un amante complaciente”).

El conserje declaró a su vez, extrañado, que había oído numerosos alaridos de placer, como era habitual en la casa debido al uso al que se destinaban preferentemente las habitaciones, pero ninguno, creía, de dolor; “Al menos —añadió perplejo— que en esta chica fueran una misma cosa”.

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