domingo, 26 de mayo de 2024

Enemigos

 


Si quieres no tener enemigos, no tengas patria ni religión ni ideología; no tengas familia ni propiedades ni emociones ni vivencias.

 

Si quieres no tener enemigos, anúlate por completo, no te definas, no te postules, no te comprometas, vive en la inopia, se inocuo, no pintes nada en ninguna parte nunca.

 

Si quieres no tener enemigos, cede ante cualquiera, no te opongas a nadie, no reclames nada, cumple tus obligaciones sin exigir tus derechos.

 

Si quieres no tener enemigos, silencia tu palabra, renuncia a tus sueños, resígnate a carecer también de amigos.

 

Si quieres no tener enemigos, si quieres garantizártelo absolutamente y por completo, muérete sin más.

 

Y aun así es posible que todavía haya alguien que se invente una excusa para odiarte y acuda a escupirte al cementerio.  


domingo, 19 de mayo de 2024

Contra el absurdo

 


Yo te maldigo, oh absurdo, padre borracho que maltrata a sus hijos, hijo sinvergüenza que humilla a su padre, madre avarienta que esconde sus pezones rezumantes de leche, bebé prematuro que nace riendo y mofándose del dolor de su madre descuajada.

Yo te desprecio, oh absurdo, alimaña desdentada, rata pestilente, oruga urticante que atraes con brillo de luciérnaga, gorrino que se alimenta de sus propias heces y engorda y engorda hasta reventar en plena noche.

Yo te odio, oh absurdo. ¿En qué momento sembraste tus huevos en el cerebro de los hombres para que en él creciesen tus larvas? Te odio porque haces que los hombres se comporten como un virus, cometan locuras indignas y persigan sueños mutilados.

Yo te condeno, oh absurdo, patrón de los imbéciles, que te adoran mientras te riegan con su baba. Te condeno por alimentar con leña verde el fuego fatuo de las intenciones putrefactas y dar cobijo en tus cloacas a la maldad de la vida, por orinar en la nieve de la que brotan los manantiales y escupir en la cara a los hombres de buena voluntad.

Yo me cago en ti, oh absurdo, y si pudiera te enterraba en un abismo del inframundo bajo mil toneladas de nubes.


domingo, 12 de mayo de 2024

Maninfecto

 


Me hierve la sangre y me sangra la hierba cuando bebo las injusticias que cometen los pudrerosos. Los pudrerosos que tienen la sartén por la minga, los pudrerosos que desgobiernan el inmundo, los pudrerosos que perpetúan su domingo sobre los débiles sigla tras sigla.

Y no hay Dios sin tres que se atreva a despiojarles de sus privilegios y multiplicar la paz y los peces, sin necedad de hacer otros milagros, como andar sobre las agujas o regurgitar a los muertos.

Perdonadme la falta de experianza, pero soy ya un hombre viento y cansado al que la vida ha tratado malva, al que la vida ha dado muchos sopapas y no espera ya nadar de nadie, ni siquiera de su abismo.


domingo, 5 de mayo de 2024

Cocidito madrileño

 


Ese sábado al despertar me fastidió que mi mujer, que se había levantado mucho antes, se hubiera dejado la lamparita de su mesilla encendida. Mira que la habré dicho veces que sea cuidadosa con esas cosas. Ya sé que una lamparita de mesilla no gasta apenas nada, pero no es eso, es el detalle, coño, lo que dice de la persona.

Al ir a apagarla veo una nota: “Me voy a comprar gallina, que me falta para el cocido, no lo tenía ayer el Mercadona.” Los sábados toca cocido. Qué bien. No lo puedo reprimir y automáticamente cojo el teléfono móvil y la mando un wasa recriminatorio por lo de la lamparilla. Veo que lo ve, pero no me contesta.

Pues nada, me levanto y me voy a desayunar en pijama. Me sirvo el café caliente que mi mujer ha dejado hecho y abro el cajón de las galletas. Qué fastidio. Faltan los sobaos El Macho, que son mis favoritos y es lo que me gusta desayunar los sábados. No lo puedo reprimir y automáticamente cojo el teléfono móvil y la mando a mi mujer un wasa recriminatorio por los sobaos, y que los compre. Veo que lo ve, pero no me contesta. Fastidiado, desayuno galletas María, como cualquier día de diario, jolín, así no parece ni fin de semana, coño.

Me voy a vestir. No encuentro mi pantalón de chándal preferido. Busco y rebusco por todo el armario y nada. ¿Dónde le habrá puesto esta mujer? Me vuelvo loco. Finalmente le encuentro todavía en el cesto de la ropa sucia. Todavía. Mecagüen la puta. Pero si le eché a lavar el miércoles. No lo puedo reprimir y automáticamente cojo el teléfono móvil y la mando a mi mujer un wasa recriminatorio por el chándal sin lavar. Veo que lo ve, pero no me contesta. Fastidiado, me pongo los mismos pantalones vaqueros que ayer. Parece que me voy a trabajar, coño.

Pero no, me voy al salón a ver el pádel. Los sábados por la mañanita, si hay torneo de pádel en la tele, me veo los partidos tan ricamente tumbado en mi sofá y así aprovecho para echarme la siesta del burro, que qué bien sabe, coño.

Despierto de la siesta del burro. Hosti, pero si ya es la hora de comer. Voy para la cocina. Hosti, pero si no está ni la olla puesta. Llamo a voces a mi mujer. Aquí no hay nadie. Pero bueno. ¿Dónde se habrá metido esta mujer? Fastidiado, la mando un wasa de dónde coño estás. Veo que lo ve. Me está contestando.

Me ha contestado: “No encuentro la gallina. Voy a ver si encuentro otro gallo.” ¿¿¿¿¿????? Qué gallo ni qué narices. Yo no entiendo nada. Furioso, la llamo. “Este usuario le ha bloqueado.” A tomar pol saco. ¿Y ahora qué hago yo?

Evidentemente, ese sábado no comí cocido. Ni al siguiente. Ni al siguiente. Ni ninguno desde entonces, y eso que han pasado cinco años.

Se ve que mi mujer no encontró la gallina. ¿Encontraría otro gallo?