Ese sábado al despertar me fastidió que mi mujer, que se había levantado mucho antes, se hubiera dejado la lamparita de su mesilla encendida. Mira que la habré dicho veces que sea cuidadosa con esas cosas. Ya sé que una lamparita de mesilla no gasta apenas nada, pero no es eso, es el detalle, coño, lo que dice de la persona.
Al ir a apagarla veo una nota: “Me voy a comprar gallina, que me falta para el cocido, no lo tenía ayer el Mercadona.” Los sábados toca cocido. Qué bien. No lo puedo reprimir y automáticamente cojo el teléfono móvil y la mando un wasa recriminatorio por lo de la lamparilla. Veo que lo ve, pero no me contesta.
Pues nada, me levanto y me voy a desayunar en pijama. Me sirvo el café caliente que mi mujer ha dejado hecho y abro el cajón de las galletas. Qué fastidio. Faltan los sobaos El Macho, que son mis favoritos y es lo que me gusta desayunar los sábados. No lo puedo reprimir y automáticamente cojo el teléfono móvil y la mando a mi mujer un wasa recriminatorio por los sobaos, y que los compre. Veo que lo ve, pero no me contesta. Fastidiado, desayuno galletas María, como cualquier día de diario, jolín, así no parece ni fin de semana, coño.
Me voy a vestir. No encuentro mi pantalón de chándal preferido. Busco y rebusco por todo el armario y nada. ¿Dónde le habrá puesto esta mujer? Me vuelvo loco. Finalmente le encuentro todavía en el cesto de la ropa sucia. Todavía. Mecagüen la puta. Pero si le eché a lavar el miércoles. No lo puedo reprimir y automáticamente cojo el teléfono móvil y la mando a mi mujer un wasa recriminatorio por el chándal sin lavar. Veo que lo ve, pero no me contesta. Fastidiado, me pongo los mismos pantalones vaqueros que ayer. Parece que me voy a trabajar, coño.
Pero no, me voy al salón a ver el pádel. Los sábados por la mañanita, si hay torneo de pádel en la tele, me veo los partidos tan ricamente tumbado en mi sofá y así aprovecho para echarme la siesta del burro, que qué bien sabe, coño.
Despierto de la siesta del burro. Hosti, pero si ya es la hora de comer. Voy para la cocina. Hosti, pero si no está ni la olla puesta. Llamo a voces a mi mujer. Aquí no hay nadie. Pero bueno. ¿Dónde se habrá metido esta mujer? Fastidiado, la mando un wasa de dónde coño estás. Veo que lo ve. Me está contestando.
Me ha contestado: “No encuentro la gallina. Voy a ver si encuentro otro gallo.” ¿¿¿¿¿????? Qué gallo ni qué narices. Yo no entiendo nada. Furioso, la llamo. “Este usuario le ha bloqueado.” A tomar pol saco. ¿Y ahora qué hago yo?
Evidentemente, ese sábado no comí cocido. Ni al siguiente. Ni al siguiente. Ni ninguno desde entonces, y eso que han pasado cinco años.
Se ve que mi mujer no encontró la gallina. ¿Encontraría otro gallo?