¡Que
se nos va 2024! Este año tan extraño, que nació apenas hace unos meses, el 1 de
enero —¡qué casualidad!—, tiene ya los días contados, y hasta las horas.
¿Y
qué? ¿Cómo ha ido? ¿Hemos sido este año más espabilados y le hemos sacado más
juguillo que al anterior, o hemos sido los mismos zotes de siempre y hemos
dejado pasar de largo las ocasiones de disfrutar? Me da a mí que no
escarmentamos ni aunque nos aspen.
Pues
esto se acaba, señores, y camarón que se duerme la corriente se lo lleva, y año
que pasa, año que no regresa; y encima, pesa; porque pesan los años más que los
kilos y le caen al cuerpo como pedruscos que le echasen a uno encima; y al alma
no digamos, porque al alma le caen como carcomas que le horadasen las ganas.
¿Que
las ganas de qué? Pues las ganas de todo, porque la ilusión es una llamita muy
endeble que como no la resguardes bien del cierzo en un farolillo se te apaga
en un soplo; y el entusiasmo es una brizna de hierba que al momento de nacer se
la puede comer cualquier cerdo a poco que hoce.
Así
que ojo al parche, a escarmentar en cabeza ajena y propia y a hacerse nuevos y
buenos propósitos para el año entrante, Y, sobre todo, a no dejar pasar las
oportunidades de gozar que nos ofrezca la vida, porque a buen seguro que ella
no nos va a dejar a nosotros que pasemos sin beber los tragos amargos que nos tiene
reservados, y no porque sea mala, sino porque así es la vida.
Cada
cual sabrá dónde le aprieta el zapato y donde rascarse cuando le pica. Quiero
decir que cada cual sabrá —y si no, malo— lo que le gusta y no le gusta y lo
que requiere para ser feliz. Yo, que soy austero, con poco me conformo: con un
mendrugo de poesía paso la mañana y una carantoña me rellena una tarde. Si
además hay buena conversación, miel sobre hojuelas. El buen razonamiento me
nutre, la buena explicación me reconforta. Si me esmero, veo el infinito en un
junco. Si me lo propongo, diserto con los ángeles.
Aunque
no me esmeré nunca en hacerme millonario, cuatro perras que me alcancen para no
pasar penurias, sí que las tengo. La salud, tengo más hoy de la que tendré
nunca, así que en eso muy optimista no puedo ser, pero ya he hecho algunas
prácticas en ser resignado y no se me da nada mal; y es bastante útil, por
cierto: mejor resignado que frustrado y amargado. Y del amor, qué deciros. Como
no soy soberbio, pienso que tengo más del que merezco y me dan más del que me
gano, así que por ahí me siento afortunado. Amigos tampoco me faltan y son de
buena calidad: duraderos, resistentes, no sé si de roble o de caoba. Y por
dicha caí en buena familia, y numerosa; y otra hice yo con estas manos que Dios
me ha dado, que tampoco se la salta un gitano.
Así
que creo que tengo suficientes juncos para hacer el cesto de 2025. Lo mismo os
deseo. ¡La Providencia nos le llene a todos de dones!