jueves, 19 de diciembre de 2024

Erato


Estaba yo tan a gusto metidito en mi cama con el pijama de franela y a punto de dormirme cuando desciende sobre mí la musa.

—¡Hala, majo, ahueca, que tienes que escribir un nocturno!

—¿Ahora?

— Sí, sí, ahora mismito, porque como te lo dicte y te duermas, mañana ya no te acuerdas y se pierde.

—¿Y no has podido venir antes, que he estado toda la tarde aburrido y sin hacer nada?

—¡A ver si vas a ser tú el primer listillo que pone horarios a las musas!

—No, no; no era mi intención.

—Pues, hala, parriba, a por papel y lápiz.

—Menos mal que siempre dejo una libretilla y un boli en el cajón de la mesilla, porque te conozco.

—Pues muy bien que haces. Copia:

En la noche de diciembre

terrible y aciaga

mientras tiritan los sin techo

bajo el manto de la escarcha,

me acordé de aquella otra

que pasamos en la playa

entre olas y caricias,

entre besos y palabras,

cuando me dijiste:

“¡No me abandones al alba!",

y al amanecer me fui

por  veredas extrañas.

¡Y ahora lo está pagando

la soledad de mi alma,

que me acuerdo de ti

cuando me voy a la cama,

y cada día al levantarme,

cuando subo la persiana

y miro hacia la calle

con infinita desgana!

—¡Pero esto es todo mentira, señora musa, a mí esto no me ha pasado, yo esto no lo he vivido nunca! No echo de menos a nadie y estoy felizmente casado y mi mujer está aquí mismito en la cama, que bien que se la oye roncar.

—Pero, so cateto, ¿es que no has leído a Pessoa, cuando dice que el poeta es un fingidor?

—Sí, sí; pero Pessoa dice:

O poeta é um fingidor.

Finge tão completamente

que chega a fingir que é dor

a dor que deveras sente.

Pero es que mi caso es al revés, es que yo aquí tengo que fingir un dolor que no es de verdad, sino de mentirijillas.

—¡Pero, bueno, mentecato!, ¿tú con quién te crees que estás hablando? ¿Tú sabes que las musas somos diosas?

—Sí, sí, hombre, por supuesto, que hice en la Complutense un curso de doctorado sobre mitología clásica con el famoso libro de Ruiz de Elvira y me le leí de cabo a rabo.

—¡Pues entonces, cállate, mísero humano, y haz caso a lo que te dice la diosa, que para eso aprobé yo en su día las oposiciones!

—Vale, vale, lo que usted mande, señora diosa.

—Pues mañana este nocturno que te acabo de dictar le quiero ver publicado en tu blog.

—¿Y si no tengo tiempo?

—Si no tienes tiempo, le pides prestado. Como mañana no le vea yo publicado antes de las 23:59, vengo luego a buscarte a la cama en cuanto te hayas quedado dormido, te despierto y te dicto un poema épico sobre el descubrimiento de América en 483 octavas reales, a la manera de La Araucana de don Alonso de Ercilla, y te tengo toda la noche en vela.

—¡Glub! Caliope no lo consienta.

—Caliope es mi prima, atontao.

—Lo publicaré, lo publicaré. ¿Quiere usted que la fría unos torreznillos que me acaban de traer del pueblo?

—No, gracias, majo, que en la cena me he hinchado de néctar y ambrosía y tengo las tripas medio revueltas. No sé yo cómo acabará la cosa. Por cierto, ¿dónde queda el baño?

—Al fondo del pasillo.

—pues pallá que voy.


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