Estaba yo tan a gusto metidito en mi cama con el pijama de
franela y a punto de dormirme cuando desciende sobre mí la musa.
—¡Hala, majo, ahueca, que tienes que escribir un nocturno!
—¿Ahora?
— Sí, sí, ahora mismito, porque como te lo dicte y te duermas,
mañana ya no te acuerdas y se pierde.
—¿Y no has podido venir antes, que he estado toda la tarde
aburrido y sin hacer nada?
—¡A ver si vas a ser tú el primer listillo que pone horarios
a las musas!
—No, no; no era mi intención.
—Pues, hala, parriba, a por papel y lápiz.
—Menos mal que siempre dejo una libretilla y un boli en el cajón de la mesilla, porque te conozco.
—Pues muy bien que haces. Copia:
En la noche de diciembre
terrible y aciaga
mientras tiritan los sin techo
bajo el manto de la escarcha,
me acordé de aquella otra
que pasamos en la playa
entre olas y caricias,
entre besos y palabras,
cuando me dijiste:
“¡No me abandones al alba!",
y al amanecer me fui
por veredas extrañas.
¡Y ahora lo está pagando
la soledad de mi alma,
que me acuerdo de ti
cuando me voy a la cama,
y cada día al levantarme,
cuando subo la persiana
y miro hacia la calle
con infinita desgana!
—¡Pero esto es todo mentira, señora musa, a mí esto no me ha
pasado, yo esto no lo he vivido nunca! No echo de menos a nadie y estoy
felizmente casado y mi mujer está aquí mismito en la cama, que bien que se la oye roncar.
—Pero, so cateto, ¿es que no has leído a Pessoa, cuando dice
que el poeta es un fingidor?
—Sí, sí; pero Pessoa dice:
O poeta é um fingidor.
Finge tão completamente
que chega a fingir que é dor
a dor que deveras sente.
Pero es que mi caso es al revés, es que yo aquí tengo que
fingir un dolor que no es de verdad, sino de mentirijillas.
—¡Pero, bueno, mentecato!, ¿tú con quién te crees que estás
hablando? ¿Tú sabes que las musas somos diosas?
—Sí, sí, hombre, por supuesto, que hice en la Complutense un curso de doctorado sobre mitología clásica con el famoso libro de Ruiz de Elvira y me le leí de cabo a rabo.
—¡Pues entonces, cállate, mísero humano, y haz caso a lo que
te dice la diosa, que para eso aprobé yo en su día las oposiciones!
—Vale, vale, lo que usted mande, señora diosa.
—Pues mañana este nocturno que te acabo de dictar le quiero
ver publicado en tu blog.
—¿Y si no tengo tiempo?
—Si no tienes tiempo, le pides prestado. Como mañana no le
vea yo publicado antes de las 23:59, vengo luego a buscarte a la cama en cuanto
te hayas quedado dormido, te despierto y te dicto un poema épico sobre el
descubrimiento de América en 483 octavas reales, a la manera de La Araucana de
don Alonso de Ercilla, y te tengo toda la noche en vela.
—¡Glub! Caliope no lo consienta.
—Caliope es mi prima, atontao.
—Lo publicaré, lo publicaré. ¿Quiere usted que la fría unos
torreznillos que me acaban de traer del pueblo?
—No, gracias, majo, que en la cena me he hinchado de néctar y
ambrosía y tengo las tripas medio revueltas. No sé yo cómo acabará la cosa. Por
cierto, ¿dónde queda el baño?
—Al fondo del pasillo.
—pues pallá que voy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario