domingo, 30 de marzo de 2014

La creación (a Jesús Redondo)


Dijo: “Hágase la luz”, y no pasó absolutamente nada. Entonces desmontó el cuadro eléctrico, revisó el cableado, comprobó las conexiones, hizo los ajustes pertinentes y finalmente levantó el conmutador. Toda la casa se iluminó esplendorosamente. Entonces se dio cuenta, con cierto dolor, de que no era Dios, sino simplemente un buen electricista.

domingo, 23 de marzo de 2014

Si vuelves



Si vuelves conmigo, fregaré yo los cacharros todas las noches después de cenar.

Si vuelves, levantaré la tapa del váter antes de lo uno y pasaré la escobilla después de lo otro.

Si vuelves conmigo, se acabaron los partidos de la Champion, la fórmula 1 y las motos. Veremos todas las comedias románticas que tú quieras.

Si vuelves, me cambiaré de calzoncillos todos los días, me afeitaré cada mañana y limpiaré los pelillos del lavabo.

Si vuelves conmigo, dejaré de escuchar heavy metal a todo trapo y podemos ir juntitos a algún concierto de Alejandro Sanz.

Si vuelves conmigo, dejaré de darte palmadas en el culo delante de tu familia.

Si vuelves, se acabaron los cubatas, beberé solo cerveza sin alcohol.

Si vuelves conmigo, dejaremos de veranear en mi pueblo y nos iremos por fin un fin de semana a Londres.

Si vuelves, madrugaré los sábados para hacer la limpieza de la casa  y luego iré a la compra sin rechistar.

Si vuelves conmigo, no volveré a mencionar que se te están cayendo las tetas y has empezado a echar barriga.

Si vuelves, me apuntaré al gimnasio, me pondré a régimen, me haré la depilación láser de hombros y homóplatos, me cortaré el pelo y las uñas de pies y manos todos los meses, me pondré colonia todas las mañanas y me cepillaré los dientes todas las noches.

Si vuelves conmigo, echaré los calcetines sucios al cubo de la ropa y no los volverás a ver danzando por la habitación ni por los pasillos.

Si vuelves, usaré esas pinzas que dicen que son tan buenas y te las pones en la nariz y ya no roncas.

Si vuelves conmigo, se acabaron las ventosidades y los eructos en la mesa. Prometo usar tenedor para comer las patatas fritas, limpiarme en la servilleta y no en el mantel, recoger el tazón del desayuno y limpiar las migas de la mesa.

Si vuelves, te dejaré que te pongas tú arriba cuando hagamos el amor.

Si vuelves…

Pero vuelve, por favor, porque si no vuelves, ¿de dónde sacaré yo fuerzas para toda esta metamorfosis?


domingo, 16 de marzo de 2014

El pozo



Sale de él un hedor insoportable que parece provenir directamente del infierno. He intentado anegarle arrojando toneladas de piedras, pero parece no tener fondo y cuando caen se escucha muy profundo el ruido del agua mezclado con terribles alaridos. He intentado tapar el brocal con pesadas losas, pero la fuerza del sufrimiento y la maldad que emanan de sus profundidades las descorre durante la noche y a la mañana me le encuentro otra vez regurgitando su pestilencia. Estoy desesperado. No hallo la manera de sellarle y evitar su permanente amenaza. Sólo conozco un modo de acallar a los seres muertos que lo habitan: alimentándoles en lo hondo para evitar así que salgan a la superficie como torbellinos de crueldad y demencia y causen entre los vivos estrago, pavor, desconsuelo.

Esta noche tendré que salir en busca de otro niño descuidado.

domingo, 9 de marzo de 2014

La pesadilla del racista



Se pasó toda la noche soñando que era negro y le discriminaban y le humillaban y le perseguían. Al despertar, se encontró con una soga al cuello rodeado de jinetes encapirotados que portaban antorchas y le gritaban ¡Fuck you, nigga!

Mientras los jinetes se alejaban tocando el tambor del llano, él se quedó balanceándose al ritmo de un viejísimo blues.


domingo, 2 de marzo de 2014

Espérame en el cielo


Yo era un sicario excelente, por no decir el mejor. Ejecutaba mi trabajo con diligencia y pulcritud. Me decían “éste” y “éste” ya estaba muerto. Hasta que murió mi madre, que era lo que yo más quería, por no decir lo único. Entonces me sentí tan huérfano y desamparado que de nada me sirvieron los amigotes de parranda ni las furcias baratas y masoquistas que se pirraban por un tipo duro. Me di cuenta de que había perdido a mi madre para siempre, de que ya no volvería a verla nunca jamás. Y en mi desolación atisbé una esperanza inusitada, entreví una remota posibilidad de recuperarla, de volver a encontrarme con ella. Pero debía ser allí donde ella estaba: en el cielo. Yo no estaba haciendo precisamente lo más adecuado para ganarme el cielo, así que me planté ante el Chapo Titote y le dije:

—No cuentes más conmigo.

—¿Y eso?

—Me retiro a un convento a ser fraile.

Estalló en carcajadas y no paró en un buen rato. Cuando se le pasó el ataque de risa me puso una pistola en la cabeza:

—¿Te vas a reír de mí, pendejo? ¿Me la quieres jugar ahora, después de tantos años comiendo de mi mano?

Pero yo no me moví. Ni temblé siquiera cuando amartilló el gatillo. Sólo dije:

—Quiero ir donde mi madre.

Y él se quedó pensando y al rato bajó el arma porque debió de ver en mis ojos mi determinación y que ni me importaba morir siquiera; y además él sabía lo que era mi madre para mí. Sólo dijo:

—Ve. Y reza por mí.

Y por eso vine a este convento hace 40 años, padre Silverio, y por eso llevo cuatro décadas descalzo, y por eso no como más que sopitas de pan, y por eso me paso las horas muertas rezándole a la virgencita en mi celda o cavando la huerta sin descanso hasta que me deslomo y luego casi no me puedo ni enderezar; solo por eso, padre Silverio, porque quiero ver a mi madre y no por amor de Dios, y necesito que usted me absuelva de este gran pecado, padre Silverio, y me dé la extremaunción.