domingo, 16 de marzo de 2014

El pozo



Sale de él un hedor insoportable que parece provenir directamente del infierno. He intentado anegarle arrojando toneladas de piedras, pero parece no tener fondo y cuando caen se escucha muy profundo el ruido del agua mezclado con terribles alaridos. He intentado tapar el brocal con pesadas losas, pero la fuerza del sufrimiento y la maldad que emanan de sus profundidades las descorre durante la noche y a la mañana me le encuentro otra vez regurgitando su pestilencia. Estoy desesperado. No hallo la manera de sellarle y evitar su permanente amenaza. Sólo conozco un modo de acallar a los seres muertos que lo habitan: alimentándoles en lo hondo para evitar así que salgan a la superficie como torbellinos de crueldad y demencia y causen entre los vivos estrago, pavor, desconsuelo.

Esta noche tendré que salir en busca de otro niño descuidado.

No hay comentarios: