Dijo: “Hágase la luz”, y no pasó absolutamente nada. Entonces desmontó
el cuadro eléctrico, revisó el cableado, comprobó las conexiones, hizo los
ajustes pertinentes y finalmente levantó el conmutador. Toda la casa se iluminó
esplendorosamente. Entonces se dio cuenta, con cierto dolor, de que no era
Dios, sino simplemente un buen electricista.
Ocho veces demostrado
Hace 10 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario