domingo, 27 de julio de 2014

El niño perdido


Cualquiera hubiera pensado que era un niño extraviado en la feria porque era muy pequeño y estaba solo entre el bullicio. Yo fue lo primero que pensé y me quedé vigilándolo mientras escrutaba a su alrededor en busca de unos padres apurados, pero nadie por allí parecía echar de menos a un hijo. Me fijé además en que él caminaba despreocupado, moviéndose con soltura entre la gente como si supiese perfectamente hacia dónde se dirigía y dando de vez en cuando un mordisco a la manzana caramelizada que llevaba en la mano. Le seguí y empecé a sospechar al fijarme en cómo evitaba el roce de la gente, pero salí de dudas cuando abandonó la calle de las atracciones y se dirigió a la explanada en que estaba instalado el Gran Circo. Fue hacia la parte trasera, donde estaban los carromatos. Se acercó a la jaula del tigre de Bengala, metió por completo el brazo entre los barrotes y le ofreció la manzana. Por un instante sospeché el zarpazo y
 entreví el brazo infantil arrancado de cuajo, pero el tigre reculó al punto, hizo un mohín, agachó las orejas y luego, como el niño insistía en su ofrecimiento riéndose con unas carcajadas malsanas y pavorosas, por completo impropias de una criatura de su edad, empezó a revolverse en la jaula como aturdido y a golpearse contra los barrotes del lado opuesto. Entonces ya no tuve ninguna duda sobre la identidad de aquel niño y me alejé de allí como alma que lleva el diablo, pero huyendo precisamente de él.

domingo, 20 de julio de 2014

La fianza


Nunca ha querido usted fiarme, Mr. Hitch. Jamás. Mire que le he suplicado a veces; no por mí, que me da casi igual comer que no comer; por mis hijos: por mi pequeño John, por mi dulce Mary, por mi tierna Ruth. ¡Cómo lloré un día viéndoles mirar los caramelos desde el escaparate y lamer el cristal! Ni un puñadito de golosinas ha querido usted fiarme nunca, Mr. Hitch. Mire que yo le decía Tenga usted fe, Mr. Hitch, como yo la tengo: acabaré encontrando oro, mucho oro, y le pagaré todo lo fiado al doble de su valor; pero usted nunca tuvo fe en mí, Mr. Hitch, y me replicaba Nunca encontrarás oro, Phill, porque en cada campamento hay siempre un perdedor y tú eres el de éste. Pero he encontrado oro, Mr. Hitch, mucho oro. ¿Ve usted como al final he dado con la veta buena? He encontrado tanto oro que he podido comprarle al contado este precioso revolver con las cachas de marfil que es el más caro de su establecimiento; y ni siquiera le he pedido que me descuente esa bala, Mr. Hitch; esa bala que no es mía, sino suya, Mr. Hitch, suya para siempre, suya y solo suya, Mr. Hitch, porque está en el centro de su frente.

domingo, 13 de julio de 2014

El homínido


El homínido mira a la hembra y nota que le gusta mucho. La hembra también le mira a él de vez en cuando, siempre a hurtadillas porque pertenece al jefe. El homínido comprende que si quiere a la hembra tendrá que matar al jefe en algún momento; a traición, por supuesto, porque el jefe es más fuerte y más feroz que él. Como no es más que un homínido, todavía no ha desarrollado suficientemente su conciencia moral  y no siente ninguna repugnancia ante ideas tales como la traición o el asesinato. Así que anda siempre al acecho y un día, durante una partida de caza, al paso por un escarpado desfiladero, empuja disimuladamente al jefe y le despeña. El cadáver no puede ser recuperado. De regreso a la caverna, ella hace que llora con los ojos, pero sonríe con el corazón mientras él la abraza y hace como que la consuela cuando en verdad la acaricia. Esa misma noche yacen justos y la posee y luego se queda plácidamente dormido. Pero cerca del alba se despierta sobresaltado, aterrado, sudoroso y sin comprender: el jefe ha venido a vengarse, ha visto su fiero rostro ante él, ha sentido su aliento. Ella, a la que ha despertado con sus gritos de pánico, le acaricia, le tranquiliza, le susurra que vuelva a dormirse. Él lo intenta, pero no lo consigue porque ya es un hombre. Aunque no lo sabe, esa noche ha dado un paso de gigante en la evolución humana y ya es capaz de sentir el ácido escozor del remordimiento.

miércoles, 9 de julio de 2014

Progresión


En la pared del fondo había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Allí me entretuve un rato jugando con peluches y tentetiesos. Luego me dirigí a la pared del fondo, donde había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Allí me entretuve un rato leyendo tebeos y coleccionando cromos, pero al cabo me cansé y me dirigí a la pared del fondo, donde había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Allí me entretuve escuchando los discos de mis cantautores favoritos, leyendo poesía y escribiendo versos de corazón quebrado. Al cabo de un rato me dirigí a la pared del fondo, donde había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Durante la nueva espera me enamoré y gocé de las delicias de la ternura y el arrebato, pero al cabo me dirigí al fondo de la estancia, donde había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Allí concebí numerosos proyectos, emborroné unos cuantos borradores de obras maestras y perdí algunos amigos. A la postre me dirigí a la pared del fondo, donde había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Allí empecé a sentirme algo cansado del trajín, pero me entretuve en cavilaciones de orden metafísico y enredado en recuerdos y nostalgias que parecían ser ya más importantes que los propios proyectos y expectativas. Cuando salí de mi embeleso, me dirigí a la pared del fondo, donde había una puerta. La abrí y pasé a la antesala. Noté algo de frío. Me entretuve en hacer balance de mi itinerario y acabé concluyendo que había recogido muchos palos pero no había atado ninguna escoba. Ahora la pared del fondo me parecía que estaba más cerca y, sin embargo, me movía con dificultad y torpeza y me costó llegar hasta la puerta. La abrí y pasé a la antesala. ¿Qué antesala ni qué niño muerto si, a pesar de la penumbra, puedo apreciar claramente que en la pared del fondo no se abre ninguna puerta? Me doy la vuelta entonces y quiero regresar por donde he venido. Para mi sorpresa y desconcierto, tampoco hay puerta ya en la pared por la que he entrado.