domingo, 20 de julio de 2014

La fianza


Nunca ha querido usted fiarme, Mr. Hitch. Jamás. Mire que le he suplicado a veces; no por mí, que me da casi igual comer que no comer; por mis hijos: por mi pequeño John, por mi dulce Mary, por mi tierna Ruth. ¡Cómo lloré un día viéndoles mirar los caramelos desde el escaparate y lamer el cristal! Ni un puñadito de golosinas ha querido usted fiarme nunca, Mr. Hitch. Mire que yo le decía Tenga usted fe, Mr. Hitch, como yo la tengo: acabaré encontrando oro, mucho oro, y le pagaré todo lo fiado al doble de su valor; pero usted nunca tuvo fe en mí, Mr. Hitch, y me replicaba Nunca encontrarás oro, Phill, porque en cada campamento hay siempre un perdedor y tú eres el de éste. Pero he encontrado oro, Mr. Hitch, mucho oro. ¿Ve usted como al final he dado con la veta buena? He encontrado tanto oro que he podido comprarle al contado este precioso revolver con las cachas de marfil que es el más caro de su establecimiento; y ni siquiera le he pedido que me descuente esa bala, Mr. Hitch; esa bala que no es mía, sino suya, Mr. Hitch, suya para siempre, suya y solo suya, Mr. Hitch, porque está en el centro de su frente.

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