Nunca ha querido usted fiarme, Mr.
Hitch. Jamás. Mire que le he suplicado a veces; no por mí, que me da casi igual
comer que no comer; por mis hijos: por mi pequeño John, por mi dulce Mary, por
mi tierna Ruth. ¡Cómo lloré un día viéndoles mirar los caramelos desde el
escaparate y lamer el cristal! Ni un puñadito de golosinas ha querido usted
fiarme nunca, Mr. Hitch. Mire que yo le decía Tenga usted fe, Mr. Hitch, como yo la tengo: acabaré encontrando oro,
mucho oro, y le pagaré todo lo fiado al doble de su valor; pero usted nunca
tuvo fe en mí, Mr. Hitch, y me replicaba Nunca
encontrarás oro, Phill, porque en cada campamento hay siempre un perdedor y tú
eres el de éste. Pero he encontrado oro, Mr. Hitch, mucho oro. ¿Ve usted
como al final he dado con la veta buena? He encontrado tanto oro que he podido
comprarle al contado este precioso revolver con las cachas de marfil que es el
más caro de su establecimiento; y ni siquiera le he pedido que me descuente esa
bala, Mr. Hitch; esa bala que no es mía, sino suya, Mr. Hitch, suya para
siempre, suya y solo suya, Mr. Hitch, porque está en el centro de su frente.
Ocho veces demostrado
Hace 10 años
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