Yo me di
cuenta de que había alguien dentro del espejo de mi cuarto de baño porque la
pasta de dientes se gastaba más rápido de lo normal. Yo soy muy frugal en esto
como en todo y me echo apenas lo justo para que haga jabón y poder cepillarme;
sin embargo, no me duraba el tubo ni quince días y por eso empecé a sospechar.
Confirmé mis sospechas un día pegando la oreja al cristal: se oía perfectamente
la respiración de una persona allá dentro. No me incomodó en absoluto tener un
inquilino; es más, en seguida pasé a tomar conciencia de su situación, que
imaginé penosa, y me compadecí de él. Comencé a hablar ante el espejo para
tranquilizarle, para que supiera que de mí no tenía nada que temer, para darle
confianza y para que no se sintiera solo. Le dije que ante mí podía
manifestarse si quería, que yo era hombre de mundo y no me espantaba por
minucia como aquella. Pero nunca se asomó a hablar conmigo ni me contestó nada
siquiera, aunque fuera desde las
profundidades del espejo. Imagino que será uno de esos individuos que padecen
de timidez patológica; o quizás sea sordomudo y no pueda escuchar mis
ofrecimientos ni contestar a ellos. Yo muchas veces le he ofrecido sinceramente
que salga y he puesto mi piso a su disposición, pues vivo solo, pero no soy
huraño, y tengo una habitación libre que podría ocupar él sin causarme mayor
trastorno, y me parece una tontería supina vivir en la estrechez de un espejo
pudiendo disponer de una vivienda completa y bien amueblada, que tengo hasta home cinema. Una vez pensé que a lo
mejor le daba vergüenza salir porque estuviera desnudo y le dejé sobre el
lavabo un chándal y cuando regresé ya no estaba, pero tampoco vestido ha
querido aparecérseme. Dispuesto a hacerle salir, le fui poniendo cebos, pero
esta vez sobre un banco de Ikea que tengo enfrente del espejo, donde no pudiera
llegar solo con sacar la mano. Le dejé primero un ejemplar de Las
mil mejores poesías de la lengua castellana, pero no picó. Probé con la
música y le dejé el CD de Amancio Prada cantando a Rosalía: nada. Le dejé
entonces el DVD de Ciudadano Kane, pero se ve que no es cinéfilo; o a lo mejor
es que no tiene allí dentro reproductor ni de audio ni de vídeo, qué sé yo.
Otro día le dejé una latilla abierta de berberechos, y tampoco. Entonces se me
ocurrió, ya como última medida, lo de la chica y contraté a esa señorita tan
espectacular. No la puse al corriente de la situación, claro, por si se
asustaba y no quería. La dije que yo era voyeur y que me gustaba mirar a las
mujeres sin que ellas me vieran a mí, que el espejo del baño era ventana por el
otro lado, como los de la policía, y que yo me situaría en la habitación
contigua y la estaría observando todo el rato mientras ella se desnudaba
sensualmente, se exhibía y se contoneaba con picardía frente al espejo y, para
postre, se tendía sobre el banco bien
abierta de piernas y reclamando con tiernos gemidos y palabritas procaces
consumación. Desde luego la muchacha estaba tremenda y era bien dispuesta y muy
profesional, tenía experiencia y conocía su oficio a la perfección; así que, si
al caballero le gustaban las mujeres, saldría de todas todas. Y si no, ya
probaríamos otro día con otra cosa. En el cuarto de baño la dejé a punto de
comenzar su actuación; y yo, como el espejo no era transparente por el otro
lado —¡qué lástima—, me fui al salón a ver la tele. Cuando pasó la hora
contratada, regresé al baño y ya no estaba. Sé que no salió de mi casa por
varios motivos: primero, porque la puerta de entrada hace un ruido horroroso y
la habría oído; segundo, porque no la había pagado aún los 200 euros
convenidos; tercero, porque su bolso estaba allí, sobre el banco. Y sé
positivamente que se ha metido dentro del espejo con mi inquilino porque al
atravesar el cristal dejó en él una mancha de
carmín de sus labios, y porque de vez en cuando, si entro sin hacer ruido y
pego bien la oreja, se oyen allí dentro risitas y gemidillos. ¿O qué piensa
usted, señor inspector, que la he descuartizado yo y la he diseminado a
pedacitos por el parque Polvoranca?
Ocho veces demostrado
Hace 10 años