domingo, 10 de agosto de 2014

El mago

El eminente mago Abracadabrovich salió al escenario elegantemente vestido de frac como era habitual en él y como correspondía, además, al selecto y distinguidísimo público para el que realizaba aquel número exclusivo. Saludó cortésmente, se quitó la chistera, sacó de ella una aguja de tamaño medio, la mostró al público agarrándola de la punta para que pudiera verse bien el ojal y luego convocó a su lado al multimillonario Smidt, patrocinador de la velada. Con gesto solemne elevó la aguja por sobre la cabeza del prócer y la fue bajando hasta apoyar el ojal sobre su coronilla. Luego, extendiendo la otra mano y moviendo los dedos para insuflar energía mágica fue bajando la aguja y haciendo entrar por el ojal la cocorota de Mr. Smidt ante el pasmo del público. Lentamente siguió empujando hacia abajo y, con algo más de esfuerzo y movimiento de dedos de la otra mano, pasaron también por el ojal los hombros de Mr. Smidt y ya pudo el mago hacer descender la aguja casi de un tirón hasta el prominente abdomen. Otro pequeño esfuerzo de concentración, otro ligero movimiento de manos y dedos y el pompis de Mr. Smitd pasa también por el ojal. Ya solo queda que el Sr. Smidt levante alternativamente los pies para poder sacar la aguja por el extremo opuesto a aquel por el que entró y el número se cierra con éxito, siendo el tamaño resultante tanto del Sr. Smidt como de la aguja idénticos que al principio y habiendo permanecido, además, inalterables durante toda la ejecución. La gente no puede comprenderlo pero lo ha visto y aclama al mago. La ovación es general; los aplausos, entusiastas; los “¡Bravo!” sincerísimos. Nadie permanece sentado, todos se levantan a vitorear al gran  Abracadabrovic, todos se miran unos a otros reconfortados. El Sr. Smidt regresa a su asiento y el mago prodigioso anuncia a su entregado auditorio que en la próxima función intentará el no va más y con el apoyo del público hará entrar un camello en el reino de los cielos.

No hay comentarios: