domingo, 24 de agosto de 2014

El encuentro


Al poco de fallecer mi hermano gemelo en aquella absurda caída practicando montañismo tuve un encuentro al pronto espeluznante. Caminaba de atardecida hacia la estación de tren de mi barrio por la desolada tapia que protege las vías cuando súbitamente apareció reflejada en ella una segunda sombra. Me sobresalté y me detuve atónito. Mi sombra se detuvo también al punto, pero la otra se echó de rodillas ante mí, se identificó como la de mi hermano y me suplicó que la acogiera en mi seno, pues se había quedado huérfana y no quería vagar eternamente por las grutas tenebrosas en que han de refugiarse las sombras desvalidas para no ser notadas. Me rogó lastimera argumentando que no me causaría trastorno alguno por ser yo de la misma estatura y complexión que mi hermano muerto y poder ella disimularse a la perfección bajo mi sombra auténtica. Con este argumento, sumado a la nostalgia que yo tenía de mi hermano, al que estaba verdaderamente unido y del que solo me separaba su para mí incomprensible afición al riesgo, me convenció y acepté su propuesta. Así al menos algo de mi hermano perviviría en mí. Ahora llevo dos sombras, pero voy muy cómodo porque la mía no me pesa y la de mi hermano me alivia.

No hay comentarios: