domingo, 31 de agosto de 2014

La desaparición


Yo me di cuenta de que había alguien dentro del espejo de mi cuarto de baño porque la pasta de dientes se gastaba más rápido de lo normal. Yo soy muy frugal en esto como en todo y me echo apenas lo justo para que haga jabón y poder cepillarme; sin embargo, no me duraba el tubo ni quince días y por eso empecé a sospechar. Confirmé mis sospechas un día pegando la oreja al cristal: se oía perfectamente la respiración de una persona allá dentro. No me incomodó en absoluto tener un inquilino; es más, en seguida pasé a tomar conciencia de su situación, que imaginé penosa, y me compadecí de él. Comencé a hablar ante el espejo para tranquilizarle, para que supiera que de mí no tenía nada que temer, para darle confianza y para que no se sintiera solo. Le dije que ante mí podía manifestarse si quería, que yo era hombre de mundo y no me espantaba por minucia como aquella. Pero nunca se asomó a hablar conmigo ni me contestó nada siquiera, aunque fuera desde las profundidades del espejo. Imagino que será uno de esos individuos que padecen de timidez patológica; o quizás sea sordomudo y no pueda escuchar mis ofrecimientos ni contestar a ellos. Yo muchas veces le he ofrecido sinceramente que salga y he puesto mi piso a su disposición, pues vivo solo, pero no soy huraño, y tengo una habitación libre que podría ocupar él sin causarme mayor trastorno, y me parece una tontería supina vivir en la estrechez de un espejo pudiendo disponer de una vivienda completa y bien amueblada, que tengo hasta home cinema. Una vez pensé que a lo mejor le daba vergüenza salir porque estuviera desnudo y le dejé sobre el lavabo un chándal y cuando regresé ya no estaba, pero tampoco vestido ha querido aparecérseme. Dispuesto a hacerle salir, le fui poniendo cebos, pero esta vez sobre un banco de Ikea que tengo enfrente del espejo, donde no pudiera llegar solo con sacar la mano. Le dejé primero un ejemplar de Las mil mejores poesías de la lengua castellana, pero no picó. Probé con la música y le dejé el CD de Amancio Prada cantando a Rosalía: nada. Le dejé entonces el DVD de Ciudadano Kane, pero se ve que no es cinéfilo; o a lo mejor es que no tiene allí dentro reproductor ni de audio ni de vídeo, qué sé yo. Otro día le dejé una latilla abierta de berberechos, y tampoco. Entonces se me ocurrió, ya como última medida, lo de la chica y contraté a esa señorita tan espectacular. No la puse al corriente de la situación, claro, por si se asustaba y no quería. La dije que yo era voyeur y que me gustaba mirar a las mujeres sin que ellas me vieran a mí, que el espejo del baño era ventana por el otro lado, como los de la policía, y que yo me situaría en la habitación contigua y la estaría observando todo el rato mientras ella se desnudaba sensualmente, se exhibía y se contoneaba con picardía frente al espejo y, para postre, se tendía sobre el banco bien abierta de piernas y reclamando con tiernos gemidos y palabritas procaces consumación. Desde luego la muchacha estaba tremenda y era bien dispuesta y muy profesional, tenía experiencia y conocía su oficio a la perfección; así que, si al caballero le gustaban las mujeres, saldría de todas todas. Y si no, ya probaríamos otro día con otra cosa. En el cuarto de baño la dejé a punto de comenzar su actuación; y yo, como el espejo no era transparente por el otro lado —¡qué lástima—, me fui al salón a ver la tele. Cuando pasó la hora contratada, regresé al baño y ya no estaba. Sé que no salió de mi casa por varios motivos: primero, porque la puerta de entrada hace un ruido horroroso y la habría oído; segundo, porque no la había pagado aún los 200 euros convenidos; tercero, porque su bolso estaba allí, sobre el banco. Y sé positivamente que se ha metido dentro del espejo con mi inquilino porque al atravesar el cristal dejó en él una mancha de carmín de sus labios, y porque de vez en cuando, si entro sin hacer ruido y pego bien la oreja, se oyen allí dentro risitas y gemidillos. ¿O qué piensa usted, señor inspector, que la he descuartizado yo y la he diseminado a pedacitos por el parque Polvoranca?

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