domingo, 28 de septiembre de 2014

El suicida y la muerte


El suicida no quería suicidarse al tuntún, sino hacer las cosas bien y seguir el protocolo, así que se fue a buscar a la muerte a su residencia de verano, pues tal era la estación. La encontró en bikini al borde de la piscina, sí, pero nada morena; al contrario, más pálida que la muerte, valga la redundancia. La muerte se sobresaltó, pues normalmente era ella la que buscaba a las personas y no la gustaba que irrumpieran en su intimidad e interrumpieran su descanso. Con todo, hizo de tripas corazón, se puso la bata para cubrir su espeluznante desnudez, entró a buscar los papeles a su escritorio, firmó y rubricó el salvoconducto de aquel cretino y le despidió con viento fresco. Luego descolgó el teléfono y llamó a una conocida empresa de seguridad solicitando un servicio de vigilancia privada: este episodio de intrusismo no se volvería a repetir. A continuación se colocó al borde de la piscina, dejó caer la bata y se zambulló con alivio en el agua recreándose en la gozosa  sensación de la corriente colándose en sus cuencas vacías y deslizándose por los huecos de sus costillas. “También la muerte ha de tener sus días de asueto, qué narices”, pensaba para sí misma mientras buceaba tétricamente bella; ágil y dúctil como la raspa de una pescadilla recién devorada.

No hay comentarios: