domingo, 26 de octubre de 2014

La última burla


El bufón fue condenado a muerte por burlarse de todo, de lo humano y de lo divino, de lo profano y de lo sagrado, del rey y del mendigo, sin respetar autoridad alguna ni temer a ningún poder temporal o eterno. Acudió a la horca angustiado y tembloroso y gritó y lloró cuanto pudo cuando le pusieron el lazo al cuello. Pero mientras pendía de la soga parece ser que se rehizo, porque en el último momento, a modo de burla, sacó la lengua.

domingo, 19 de octubre de 2014

100 preguntas básicas sobre el amor, nº 2


El que juró amor eterno sin advertir la verdadera dimensión de la eternidad y flaquea al cabo de apenas unas décadas, ¿puede redimirse de su perjurio haciendo un curso de 100 horas sobre mecánica cuántica?

sábado, 11 de octubre de 2014

El mendigo


A la entrada del metro de Sol hay un mendigo arrodillado y con la espalda al aire. A su lado un letrero escrito sobre un cartón reza: “Latigazos a 10 céntimos”. El desdichado suplica a los viandantes y algunos, pocos, se apiadan de él, echan la moneda y le aplican el castigo. Está condenado por la justicia a vivir de su salario y su salario es éste. Muchos días apenas recauda para un bocadillo, que ha de comerse sin poder recostar la espalda lastimada. Aún así, no despierta la caridad de la gente, que, llevada hasta el hastío del engaño y la traición, ni olvida ni perdona. El mendigo solloza, se agarra a las piernas de los transeúntes, contrito, desgarrado. Lejos quedaron para él los días de la tarjeta opaca, de las comisiones fraudulentas, de los sobresueldos no declarados, del coche oficial y de las cuentas millonarias en Suiza. Ahora ocupa el último escalafón de la escala social en la Nueva Era Regenerada: el de los políticos convictos de corrupción.


domingo, 5 de octubre de 2014

Sueño


Me desperté en la bañera, me despojé de la túnica y los coturnos con los que habitualmente duermo y me puse los pañales para ir a trabajar. No había ese día mucho tráfico porque acababa de entrar en vigor la ley que obliga a los obesos a caminar el primer miércoles de cada mes. En el despacho me esperaba mi secretaria con el almuerzo: los canapés de gominola amarga sobre base de poliespán regada con salsa de yogur sintético no estaban mal; las truchas de alcantarilla con cubierta de caucho reciclado al pil pil me resultaron sosas; pero, claro, desde que el mar se ha dulcificado tanto con el agua de los glaciares y de los polos derretidos no está la sal como para andarla despilfarrando. En fin, me puse a revisar los asuntos pendientes y resulta que entre la correspondencia que filtra mi secretaria se había colado una carta de mi ex-novia Paquita, la Churifluri, así llamada por lo mucho que la gustaba esa canción de Elvis. Pues resulta que me requería nuevamente de amores y me daba cita para las 6 de la tarde en el café Central, advirtiéndome por anticipado de que iría sin bragas. Allí que me presenté también yo sin calzoncillos, pero el camarero resultó ser San Pedro y cuando nos dirigíamos al paraíso de los baños, que son excelentes y siempre están muy limpios en ese establecimiento, nos echó el guante con un sarcástico “¿A dónde va tan decidida la parejita?” y nos encerró por separado en los calabozos de la cafetería. En mi celda empezaron a salir ratas y no se me ocurrió otro modo de espantarlas que abriendo el grifo de la bañera. Entonces me desperté de verdad, y no en el sueño. Completamente empapado, por supuesto.