sábado, 11 de octubre de 2014

El mendigo


A la entrada del metro de Sol hay un mendigo arrodillado y con la espalda al aire. A su lado un letrero escrito sobre un cartón reza: “Latigazos a 10 céntimos”. El desdichado suplica a los viandantes y algunos, pocos, se apiadan de él, echan la moneda y le aplican el castigo. Está condenado por la justicia a vivir de su salario y su salario es éste. Muchos días apenas recauda para un bocadillo, que ha de comerse sin poder recostar la espalda lastimada. Aún así, no despierta la caridad de la gente, que, llevada hasta el hastío del engaño y la traición, ni olvida ni perdona. El mendigo solloza, se agarra a las piernas de los transeúntes, contrito, desgarrado. Lejos quedaron para él los días de la tarjeta opaca, de las comisiones fraudulentas, de los sobresueldos no declarados, del coche oficial y de las cuentas millonarias en Suiza. Ahora ocupa el último escalafón de la escala social en la Nueva Era Regenerada: el de los políticos convictos de corrupción.


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