Él la mira y ella le sonríe. Él se acerca a
hablarla y ella le atiende. Él emprende el arriesgado vuelo amoroso y ella le
da alas. Él la corteja durante un tiempo y ella, sin abrir todavía la puerta del
todo, deja siempre una rendija. Hasta que él se declara apasionadamente y ella
asiente y corresponde. Él la regala un anillo, ella pone el dedo y la ternura.
Él se casa con ella y ella se casa con él. Los padres de él dan la entrada para
el piso, los padres de ella pagan las primeras letras. Él hace la cena mientras
ella acude a sus clases en la
Escuela Oficial de Idiomas, ella friega los
cacharros mientras él ve la televisión en la cocina. Él la coge por la cintura,
ella le echa los brazos al cuello. Él la besa, ella no solo se deja besar, sino
que le besa a su vez. Él la preña, ella pare a los mellizos. Él los cambia los
pañales y los baña, ella los amamanta. Él los lleva a la guardería, ella los
recoge. Él los lleva al colegio, ella a los entrenamientos. Él los lleva al
instituto, ella al médico cuando se enferman. Él los lleva a la universidad,
ella al aeropuerto. A él le jode que se tengan que irse a trabajar al
extranjero, a ella le llena de orgullo que sean pediatras en Bristol. Él la
mira y la dice que ha cogido unos quilos de más y ella le sonríe y le contesta
que para hacer juego con su calva. Él se acerca y la dice que la
quiere, ella le sigue sonriendo y alega que eso no es nada nuevo. Él dice que
son ya casi dos viejos, ella repone que eso qué importa si son felices. Él
pregunta si de verdad ella es feliz o lo dice solo para contentarle. Ella
pregunta que si está tonto o qué le pasa. Él la abraza, ella le besa. Él la
acaricia, ella empieza a desabotonarse la blusa…
Y el desamor se escurre por el fregadero harto
de acechar y no ver manera de interrumpir esta secuencia.
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