Es el
hombre procesión de momentos
que han
de pasar inexorablemente
entre la
madrugada de su frente
y el
atardecer de sus sentimientos.
Pasarán
raudos o pasarán lentos
y llegará
el ocaso de repente;
o acaso
perezosa y lentamente
y sin
hacer mayores aspavientos.
Pero es
seguro que mañana llega
y que hoy
ya está casi caducado
y que
ayer es un iceberg de olvido,
y que
toda nuestra agitada brega
de ayer y
de hoy, cuando haya pasado
mañana,
no tendrá ningún sentido.
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