El discípulo, que no era ya tan joven y lo había aprendido casi todo del maestro, replicó: “Maestro, déjame vivir con ilusión, porque, en efecto, todo es vanidad, menos la ilusión de vivir. Tú quizás la hayas perdido ya por efecto de la vejez, pero yo soy demasiado joven todavía para afrontar la vida sin ella”.
El maestro, consciente de que la comprensión del otro es parte fundamental de la sabiduría, concluyó: “Vive, pues, con ilusión y que así tu vida valga la pena”.
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