Estimado señor Descartes:
Lo de “pienso luego existo” se lo ha sacado usted de la manga, por no decir de la minga, echándole más morro que Cascorro. ¿Qué es eso de pienso luego existo? ¿Entonces los que no piensan no existen? Dese usté una vuelta por mi pueblo y verá. Aquí está, por ejemplo y sin ir más lejos, mi vecino Agapio, el del cebadero de pollos, que no ha pensado en su vida ni se le ha pasado jamás por la cabeza eso de pensar y dice siempre la primera tontería que se le ocurre y adiós muy buenas, caiga como caiga y moleste a quien moleste. ¿Y dice usted que no existe? Pues ya le digo yo que existe y bien existido y bien que se le nota la existencia, porque vocea como él solo y bien que se hace de notar cuando entra en la tasca, y no hay quien no le vea existir, porque encima pesa 140 kilos, el jodío, que está gordo como un tasugo, y como se te apunte a una merienda ya puedes echar otros cinco kilos de chuletas a mayores, porque si no allí no merienda nadie más que él.
En resumiendo, que existe, sin pensar ni na; y a algunos ya nos va cansando tanto existir y existir, que muchas veces parece que existe él solo, cojones, y se lía a parlar sin fundamento ni na, pero que no deja meter baza a nadie, macho, y encima sabe de todo, que igual te habla de la cría del pollo, que es lo suyo, que te da lecciones sobre la cría del cerdo, que es lo mío, coño, y sobre más yo, ¡no te jode! Y en la fiesta del pueblo, en la velada, a las cuatro la mañana, cuando ya va bien mamao, se pone a hacer el ganso en medio de la plaza delante de la orquesta, como que baila, pero que eso no es bailar ni na, ya te lo digo yo, eso es martirizar las alpargatas que lleva puestas, que sale a la plaza en alpargatas, que yo creo que no se muda ni el mismísimo día de la fiesta; y luego, en pleno paroxismo, se despelota en medio de todos, aunque haya todavía niños y viejas, y se va corriendo y se tira al pilón. ¡Y luego tenemos que sacarle los demás, copón, porque entre la borrachera y que está como un trullo y se queda atascao contra las paredes, como no le saquemos a tiempo se ahoga allí mismo y nos jode la fiesta, el tío modorro! Y todos los años lo mismo, macho, se debe de creer que es el único que sabe emborracharse.
Pues venga usted, señor Descartes y dígale que no existe o llévesele del pueblo a existir en otra parte, o enséñele a pensar, si tiene güevos, que filosofar y escribir discursitos del método es una cosa y dar trigo es otra. Eso sí lo hace bien él, mira, dar trigo a las gallinas, pero estoy seguro que lo hace sin pensar, lo tiene automatizado, porque lo lleva haciendo toda la puñetera vida, desde que le sacó su padre de la escuela, por zote, que no fue capaz de aprenderse ni el infinitivo del verbo amar, y le metió en el cebadero. ¡Y él más contento que unas castañuelas! ¡Vamos, que daba palmas con las orejas por no tener que ir a la escuela y se reía de nosotros y nos llamaba “tronchatizas” y nos tiraba cantos cuando nos veía con la cartera!
Y no le digo más porque me enciendo, y no quiero, que encima es mi vecino y nos linda la barda del corral y no quiero que me tire gatos muertos por encima.
Pues eso, señor Descartes, que venga usted a mi pueblo a conocer al Agapio, a verificar que no piensa, pero que existe, y luego ya reformula usted toda su teoría filosósica, que ya veo yo que está averiada desde el primer razonamiento. A lo mejor lo que le pasa es que viene usted pacá y viendo que Agapio existe se le quitan a usted las ganas de existir. Ahí lo dejo.
Sin más, se despide atentamente, luego existe,
Gerulo Cimborrio, teniente de alcalde de Cazurruelas del Secano.