El domingo se levantó diciendo que
tenía muchísimas ganas de leer, desayunó rápidamente y se metió en la
biblioteca, donde se tiró toda la mañana. Le llamamos para comer y dijo que le
llevásemos un montadito de jamón y otro de queso, que estaba enfrascado en la
lectura. No la interrumpió ni para el café de media tarde, que es para él casi
sagrado, y a la hora de la cena volvió a desechar nuestros requerimientos y
pidió fruta pelada y troceada para poder comer con una mano mientras con la
otra sostenía el libro y proseguía la lectura. Allí se quedó toda la noche, a
la luz del flexo, y el lunes no fue a trabajar. Llamó su socio, pero no quiso
ponerse al teléfono por no interrumpir la lectura y nos dijo que le dijésemos
que estaba atareado en casa, y siguió todo el día y toda la noche en el mismo
plan. El martes, alarmados, llamamos a Isaac, el profesor de instituto, su
mejor amigo, pero no logró disuadirle de su obstinado propósito. El miércoles
intentamos conseguirlo concertándole un partido de pádel, su otra gran pasión,
con el número 34 del rankin nacional, que vive en la urbanización, pero la
estratagema no dio resultado y solo conseguimos que levantase la cabeza del
libro y dudase durante unos segundos para acabar diciendo: “No, hoy no”. El
jueves se le propuso una excursión a Segovia a comer en Casa Cándido
cochinillo, que es su plato preferido, pero la rechazó alegando que le habíamos
pillado con Guerra y Paz por la mitad
y era inevitable concluirla ya antes de emprender cualquier otra tarea. El
viernes, avisados de la gravedad de la situación, se presentaron sus padres,
que llegaron alarmados desde el pueblo. Les dijo que esperasen un momentín, que
enseguida estaría con ellos, pero hemos llegado al sábado por la noche y no
halla el momento de interrumpir la lectura. Se ve que en cuanto acaba un libro
no puede resistirse a empezar el siguiente. A ver si consiguen despegarle de
las páginas las dos estupendas señoritas de alto estandin que hemos contratado
y están ya en camino. Y si no, pues no quedará más remedio que pegarle fuego a
la biblioteca para que le saquen de una
vez por todas los bomberos.
Ocho veces demostrado
Hace 10 años