La culpa la ha tenido el navegador. Yo solo quería ir a cenar a Casa Aparicio con Jose y Eduardo, y creo que hubiera sabido el camino, pero no me atrevía porque mi coche es viejo y no puede pasar por la Zona de Bajas Emisiones.
Así que puse el maldito navegador, que me ha llevado por barrios infectos y polígonos industriales tercermundistas hasta desembocar en esta inmensa rotonda, en la que he entrado muy bien y muy pronto, porque no circulaba nadie por ella, pero de la que ahora no puedo salir. Y no porque no tenga salidas, que tiene por lo menos ocho o diez, pero he dado ya más de mil vueltas y todas tienen la señal de dirección prohibida. Yo soy muy respetuoso con las normas, y más con las de circulación, que si hay una cosa que me guste menos que nada es tener accidentes, y tampoco me suliveria mucho pagar multas.
Pero claro, cuando ya llevas ochocientas mil ochocientas ocho vueltas a la puñetera rotonda tú mente se desconfigura y concibes disparates y tropelías, así que me he dicho: “¡Me meto por dirección prohibida y que salga el sol por donde salga!” Pero al ir a meterme resulta que venía de frente a toda pastilla el camión de la basura, que me ha pegado un buen bocinazo, así que he tenido que recular a toda prisa para que no me empotrara. Camión de la basura que luego, por cierto, no ha entrado en la rotonda, no sé yo dónde habrá ido.
Lo mismo me ha pasado cuando he intentado salir por otras salidas con dirección prohibida (lo que indica que no son salidas, sino entradas): cuando no venía un autobús de la EMT venía un cuatro ejes o una retroescabadora. Yo creo que la cosa va in crescendo, además, porque la última vez que lo he intentado venía de frente un tren de mercancías, yo no sé cómo, porque raíles sí que no he visto. ¡A ver si lo vuelvo a intentar y se me viene de frente un dragaminas de la Armada o un platillo volante de los extraterrestres! ¡Quita, quita!
Así que he decidido dejar de dar vueltas a lo tonto y pararme en medio de la rotonda. ¡Como no circula nadie por ella, más que yo! He intentado llamar a Jose y Eduardo para decirles que me retraso o para que vengan a rescatarme, pero no hay cobertura. También he pensado dejar el coche aquí tirado e irme a pata. Pero, ¿a dónde, si no sé dónde estoy?
Lo más sensato es que me quede aquí esperando a ver si cae en esta maldita rotonda alguna tonta que sea un poco más lista que yo y entre los dos hacemos el apaño.
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