Me encanta dar vueltas y vueltas montado en el tiovivo. Cuando voy a llegar a la altura de mi padre le llamo y cuando mira suelto las manos para que me vea lo valiente que soy y le saludo. Mi padre sonríe, me devuelve el saludo y me regaña: “¡Agárrate bien! ¡No sueltes las manos!”
Cuando acaba la atracción, me bajo y corro a abrazar a mi padre, que me levanta y me achucha. Cuando me deja en el suelo sigo con la mirada a una niña que pasa con un globo gigante de algodón de azúcar y me vuelvo hacia mi padre para pedirle que me compre uno. Pero mi padre ya no está. En ese mismo momento oigo a mi hijo que me llama desde el tiovivo. Me vuelvo y le veo soltar las manos y saludarme. Sonrío, le devuelvo el saludo y le regaño: “¡Agárrate bien! ¡No sueltes las manos!”
Ocho veces demostrado
Hace 10 años
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