martes, 22 de julio de 2025

Pachus

Pachus, mi querido amigo Pachus, que era tan pachorro él y tan buena persona, nada conflictivo, nada polémico, nada discutidor. Le decías: “Pachus, ¿te vienes paquí?” Y Pachus te acompañaba paquí. Le decías: “Pachus, ¿te vienes pacá?” Y Pachus te acompañaba pacá. Un buen tipo. El mejor tipo del colegio.

Un día, a la que veníamos al internado tras las clases de la tarde en el pueblo, cometió la tontería de coger una botella de Cocacola de litro de un furgón de reparto. Alguien le vería, le identificó como del colegio, se lo dijo al repartidor y el repartidor se presentó en el colegio a denunciarlo.

A la hora de la cena el fraile, tras el rezo, que se hacía de pie, no nos dejó sentarnos, contó el suceso, preguntó quién había robado la botella y amenazó con que nadie cenaría hasta que saliera el culpable, ni nadie se iría a los dormitorios, ni nadie desayunaría al día siguiente y estaríamos todos de pie hasta el mismísimo día del juicio final.

No hizo falta tanto tiempo. Pachus, en su inocencia, reconoció al instante que había sido él. Entonces el fraile cogió una botella de litro de Cocacola y le dijo: “Querías beber Cocacola, ¿no? Pues ahora te vas a beber esta botella entera de un solo trago.” Y le endosó la botella. Y allí, en medio del comedor y a la vista de todos, que permanecíamos de pie, el fraile le sometió a ese castigo despiadado y a esa humillación pública ante sus 99 compañeros del internado, entre ellos su hermano mayor.

El pobre Pachus empinó la botella e intentaba bebérsela de un trago, pero no podía; y cuando quería descansar y bajaba la botella para respirar, el fraile se la volvía a empinar y le gritaba: “¿No querías Cocacola? ¡Bebe Cocacola! ¡Bebe Cocacola hasta que te salga por las orejas!”

Pocas veces me he sentido peor en mi vida que contemplando aquella escena insufrible, aquel absurdo castigo, aquella humillación perpetrada además por una persona que, por su condición de fraile, debiera haber sido compasiva; y hacia un niño sin malicia que no había cometido en su vida ni cometería más maldad que aquella fácilmente perdonable travesura.

Pachus se equivocó al coger aquella botella de litro de Cocacola, de eso no hay duda. Pero era un niño y fue una simple travesura. El fraile se equivocó muchísimo más y su falta ya no tiene tanta disculpa, porque no fue una travesura de niño, sino una repugnante crueldad de adulto.

Esa noche cené poco y dormí menos. Me la pasé escuchando sollozar a mi amigo Pachus, que dormía en la cama de al lado. Al amanecer tomé la decisión de que ya no quería ser fraile.

No hay comentarios: