De rodillas ante el Señor, Magnífico En Toda Su Furia, cuatro greñudos desmelenados sudan la gota gorda y aguantan el rapapolvos, sus albas túnicas trocadas en chupas de cuero rematadas con tachuelas, pantalones vaqueros de pitillo, zapatillas de deporte y en la solapa una chapita de Deep Purple. La bronca fue monumental:
—…Que parece que no tenéis ni dos dedos de frente, ¡hostias! ¡Y que no os vuelva a ver yo con estas pintas cutres! ¡Os quiero inmaculados, como os creé al principio de los tiempos! —concluyó el Señor con el ceño fruncido sobre su único ojo y la blanca barba erizada de cólera. Jesucristo les miraba con cierta conmiseración, porque es más moderno que su Padre y le gusta el rock (sabe que no es la música del Diablo) y el Espíritu Santo revoloteaba por allí pero no dijo ni pío.
Al cerrar tras de sí las puertas de la Gloria, “Joder, troncos —les dijo a sus colegas el que era custodio del batería—, a la letra de esta percata tan bestial que nos acaba de echar el Menda Supremo le metemos una percusión de la Hostia y un riff de guitarra de Dios te ampare y nos queda un tema heavy metal del copón para el concierto que tenemos que dar el sábado en las fiestas de Los Ángeles de San Rafael. Yo le titularía Ni dos dedos de frente”. ¿Qué os parece?”
— ¡Como Dios! —contestaron al unísono los otros tres.
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