Mujer,
mujer, mujer, mujer.
No me canso
de repetir tan dulce palabra.
Mujer o
galaxia de agua cristalina.
Mujer o
fuente de rutilantes estrellas.
Mujer, que
ardes sin consumirte.
Mujer, que
manas sin agostarte.
Mujer, que
amas a fuego lento
sin dejar
ceniza ni barro en el aire.
Amanece el
día y se abren tus brazos.
Cae la noche,
pero están tus ojos.
Eres la flor
del invierno y la brisa del verano,
síntesis del
universo.
Si algún
anclaje tiene el cielo, está en tu risa;
si alguna
resquebrajadura, es tu tristeza.
Las playas
te llaman para que en ellas te bañes.
Cuando le
respiras, el aire es más puro;
y no abrasa
el fuego que en tus labios arde.
Te necesita
la vida, ¡pobrecilla sin ti!
Sin ti la
vida ¡bah! ¡uf! ¡plof! ¡puaj!,
un pato
mareado, un burro en un garaje.
Sin ti la
vida tendría sinónimos impronunciables.
Sin ti la
vida no sabría ni qué hacer.
Dejadme
pronunciar el nombre de la vida:
mujer,
mujer, mujer, mujer.
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