Y esto es lo malo del puto mundo:
que solo se pueden compartir la prosperidad y la dicha con
los generosos para que no te esquilmen los aprovechados,
que solo se puede amar a los amables para que los odiosos no
pudran todo tu amor en tres segundos,
que solo se puede vivir en paz con los pacíficos porque los
violentos te llevarán antes o después al conflicto y convertirán la convivencia
en una guerra perpetua,
que solo se puede confiar en los honrados, que son tan pocos,
a menos que uno quiera estar a merced de los estafadores, que tantos son;
que hay que escoger a los amigos con microscopio para no infectarse
de parásitos y para que sirvan también los días laborables y no solo los fines
de semana.
Pero qué hacemos con tanto avaricioso que anda suelto y
maquinando a ver cómo nos roba la calidad de vida y la esperanza,
qué hacemos con tanto fanático que nos quiere someter a su
conciencia pulverizando la nuestra, y con tanto intransigente que nos recrimina
nuestra manera de vivir y nos juzga y nos sojuzga,
qué hacemos con tanto insociable insaciable que no se cansa
de incendiar la convivencia y goza con el desorden y se recrea en el caos,
qué hacemos con tanto delincuente de barrio bajo y tanto
sinvergüenza de coche oficial que estando a nuestro servicio se sirve de
nosotros para asegurar el patrimonio de sus tataranietos a costa del futuro de
nuestros hijos,
qué hacemos con tanto corrupto que nos esquilma la vida, qué
hacemos, ¡pordiós!, qué hacemos si no queremos convertirnos en criminales, qué
narices podemos hacer si cuanto mejor persona intenta ser uno más indefenso y
desvalido se encuentra en este puto mundo al que nadie redime.
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