Con el ansia loca de los trombones
que se tocan con la boca en flor
entra hoy el sol por los ojos de los
enamorados y por las ojivas de las catedrales.
Reptando imperceptiblemente como una
culebrilla de escalera
sube ladera arriba su globo relleno
de luz y de esperanza
deteniendo el cotidiano cataclismo de
la noche
hasta coronar el firmamento y
señorear desde él
sobre las aristas de las cordilleras
y sobre el abismo de los océanos.
Y tú mientras indagando en la
cosmogonía del silencio;
así, con los ojos abiertos de par en
par hacia el oriente,
amando de forma imprevisible, pero
manifiesta,
en tu clase magistral sobre amaneceres
y alboradas,
con la entrega de quien busca acordes
acariciando con mimo
las cuerdas de una guitarra embadurnada
de luz,
con el virtuosismo de quien lleva
entre los labios
la música inefable de los besos que
no se cansan de ofrecerse.
Y no hay más: tú y yo somos dueños de
la tierra
que mutuamente nos hemos prometido,
de los borbotones de besos que nos
prodigamos,
de las ráfagas de viento que entran
por los agujeros de las ocarinas,
de la dulce cadencia de los sueños que sueñan nuestros cuerpos
en cuanto se despiertan nuestras almas.
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