Ella se dormía. Él la despertaba. Luego se dormía él y le despertaba ella. La noche es muy larga y no es fácil anegar de amor todos sus poros. Pero ese era su propósito.
Y al fin lo lograron: al amanecer, un sol esplendoroso se enseñoreó de la mañana, pero en el cielo continuaron también, ya por siempre y solo visibles para ellos, todas las rutilantes estrellas de aquella primera noche.
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