El comandante nos dijo que dejásemos el alma en la taquilla, que no nos iba a servir de nada en aquella operación; es más, que nos iba a estorbar.
Cogimos las armas y la munición y salimos. Íbamos a por los hombres y los cazamos. Pero entre sus cadáveres quedaron también, desguarramillados, los cuerpos de las mujeres y los niños.
Cuando volvimos al cuartel algunos pudieron recuperar su alma. Yo la mía no. Al ir a cogerla se hizo cenizas.
Ocho veces demostrado
Hace 10 años
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