sábado, 28 de diciembre de 2024

2024



“¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!”
                                                      Góngora

¡Que se nos va 2024! Este año tan extraño, que nació apenas hace unos meses, el 1 de enero —¡qué casualidad!—, tiene ya los días contados, y hasta las horas.

¿Y qué? ¿Cómo ha ido? ¿Hemos sido este año más espabilados y le hemos sacado más juguillo que al anterior, o hemos sido los mismos zotes de siempre y hemos dejado pasar de largo las ocasiones de disfrutar? Me da a mí que no escarmentamos ni aunque nos aspen.

Pues esto se acaba, señores, y camarón que se duerme la corriente se lo lleva, y año que pasa, año que no regresa; y encima, pesa; porque pesan los años más que los kilos y le caen al cuerpo como pedruscos que le echasen a uno encima; y al alma no digamos, porque al alma le caen como carcomas que le horadasen las ganas.

¿Que las ganas de qué? Pues las ganas de todo, porque la ilusión es una llamita muy endeble que como no la resguardes bien del cierzo en un farolillo se te apaga en un soplo; y el entusiasmo es una brizna de hierba que al momento de nacer se la puede comer cualquier cerdo a poco que hoce.

Así que ojo al parche, a escarmentar en cabeza ajena y propia y a hacerse nuevos y buenos propósitos para el año entrante, Y, sobre todo, a no dejar pasar las oportunidades de gozar que nos ofrezca la vida, porque a buen seguro que ella no nos va a dejar a nosotros que pasemos sin beber los tragos amargos que nos tiene reservados, y no porque sea mala, sino porque así es la vida.

Cada cual sabrá dónde le aprieta el zapato y donde rascarse cuando le pica. Quiero decir que cada cual sabrá —y si no, malo— lo que le gusta y no le gusta y lo que requiere para ser feliz. Yo, que soy austero, con poco me conformo: con un mendrugo de poesía paso la mañana y una carantoña me rellena una tarde. Si además hay buena conversación, miel sobre hojuelas. El buen razonamiento me nutre, la buena explicación me reconforta. Si me esmero, veo el infinito en un junco. Si me lo propongo, diserto con los ángeles.

Aunque no me esmeré nunca en hacerme millonario, cuatro perras que me alcancen para no pasar penurias, sí que las tengo. La salud, tengo más hoy de la que tendré nunca, así que en eso muy optimista no puedo ser, pero ya he hecho algunas prácticas en ser resignado y no se me da nada mal; y es bastante útil, por cierto: mejor resignado que frustrado y amargado. Y del amor, qué deciros. Como no soy soberbio, pienso que tengo más del que merezco y me dan más del que me gano, así que por ahí me siento afortunado. Amigos tampoco me faltan y son de buena calidad: duraderos, resistentes, no sé si de roble o de caoba. Y por dicha caí en buena familia, y numerosa; y otra hice yo con estas manos que Dios me ha dado, que tampoco se la salta un gitano.

Así que creo que tengo suficientes juncos para hacer el cesto de 2025. Lo mismo os deseo. ¡La Providencia nos le llene a todos de dones!  


jueves, 19 de diciembre de 2024

Erato


Estaba yo tan a gusto metidito en mi cama con el pijama de franela y a punto de dormirme cuando desciende sobre mí la musa.

—¡Hala, majo, ahueca, que tienes que escribir un nocturno!

—¿Ahora?

— Sí, sí, ahora mismito, porque como te lo dicte y te duermas, mañana ya no te acuerdas y se pierde.

—¿Y no has podido venir antes, que he estado toda la tarde aburrido y sin hacer nada?

—¡A ver si vas a ser tú el primer listillo que pone horarios a las musas!

—No, no; no era mi intención.

—Pues, hala, parriba, a por papel y lápiz.

—Menos mal que siempre dejo una libretilla y un boli en el cajón de la mesilla, porque te conozco.

—Pues muy bien que haces. Copia:

En la noche de diciembre

terrible y aciaga

mientras tiritan los sin techo

bajo el manto de la escarcha,

me acordé de aquella otra

que pasamos en la playa

entre olas y caricias,

entre besos y palabras,

cuando me dijiste:

“¡No me abandones al alba!",

y al amanecer me fui

por  veredas extrañas.

¡Y ahora lo está pagando

la soledad de mi alma,

que me acuerdo de ti

cuando me voy a la cama,

y cada día al levantarme,

cuando subo la persiana

y miro hacia la calle

con infinita desgana!

—¡Pero esto es todo mentira, señora musa, a mí esto no me ha pasado, yo esto no lo he vivido nunca! No echo de menos a nadie y estoy felizmente casado y mi mujer está aquí mismito en la cama, que bien que se la oye roncar.

—Pero, so cateto, ¿es que no has leído a Pessoa, cuando dice que el poeta es un fingidor?

—Sí, sí; pero Pessoa dice:

O poeta é um fingidor.

Finge tão completamente

que chega a fingir que é dor

a dor que deveras sente.

Pero es que mi caso es al revés, es que yo aquí tengo que fingir un dolor que no es de verdad, sino de mentirijillas.

—¡Pero, bueno, mentecato!, ¿tú con quién te crees que estás hablando? ¿Tú sabes que las musas somos diosas?

—Sí, sí, hombre, por supuesto, que hice en la Complutense un curso de doctorado sobre mitología clásica con el famoso libro de Ruiz de Elvira y me le leí de cabo a rabo.

—¡Pues entonces, cállate, mísero humano, y haz caso a lo que te dice la diosa, que para eso aprobé yo en su día las oposiciones!

—Vale, vale, lo que usted mande, señora diosa.

—Pues mañana este nocturno que te acabo de dictar le quiero ver publicado en tu blog.

—¿Y si no tengo tiempo?

—Si no tienes tiempo, le pides prestado. Como mañana no le vea yo publicado antes de las 23:59, vengo luego a buscarte a la cama en cuanto te hayas quedado dormido, te despierto y te dicto un poema épico sobre el descubrimiento de América en 483 octavas reales, a la manera de La Araucana de don Alonso de Ercilla, y te tengo toda la noche en vela.

—¡Glub! Caliope no lo consienta.

—Caliope es mi prima, atontao.

—Lo publicaré, lo publicaré. ¿Quiere usted que la fría unos torreznillos que me acaban de traer del pueblo?

—No, gracias, majo, que en la cena me he hinchado de néctar y ambrosía y tengo las tripas medio revueltas. No sé yo cómo acabará la cosa. Por cierto, ¿dónde queda el baño?

—Al fondo del pasillo.

—pues pallá que voy.


sábado, 14 de diciembre de 2024

Doña Matílde

Estaba yo tan pancho en mi departamento de Lengua Castellana y Literatura corrigiendo el primer parcial de la 1ª evaluación de 2º de Bachillerato, leyendo meticulosamente las argumentaciones sobre si los castigos ayudan o no ayudan a educar a los niños, y señalando metódicamente todas las faltas de ortografía, encerrando la palabreja mal escrita en un circulillo rojo, cuando llaman intempestivamente a la puerta.

Era doña Matilde. Doña Matilde Diacrítica, Tilde a secas para los amigos. Venía hecha un basilisco.

—¡Hombre, doña Matilde! Pase, pase. ¿Qué la trae por aquí?

—¡Vengo a presentar una reclamación!

—¿Una reclamación? ¿Y eso por qué?

—Porque ya estamos otra vez como todos los cursos, don Adrián. ¡Que los niños no me respetan, leñe! Que me ningunean, que pasan de mí, como dicen ellos, que no me ponen sobre la vocal que me corresponde ni por equivocación. Y me da mucha rabia, narices, porque encima a mi hermana melliza, la otra Matilde, no digo yo que la hagan tampoco mucho caso, pero por lo menos se acuerdan de ponerla de vez en cuando en las esdrújulas y en las agudas acabadas en –ón.

—¿Y qué quiere que yo le haga, doña Matilde?

—¿Pero es que no me explica usted o qué?

—Yo la explico a usted dos o tres veces por semana y con absoluto rigor lingüístico y con claridad meridiana y les cuento lo importante que es usted y que sin usted no podríamos distinguir a algunas palabras homónimas homófonas pero no homógrafas gracias a usted, y que agradecidísimos teníamos que estarla, y les pongo de ejemplo que allá donde voy me preguntan de dónde vengo, y otros mil ejemplos por el estilo que me saco yo de mi magín y con los que yo disfruto muchísimo porque yo a usted la quiero con locura, doña Matilde; yo a usted, doña Matilde, después de a mi santa madre, a mi divina esposa, a mis hermana, a mis tías paternas y maternas y a tres o cuatro amigas que tengo por ahí, es sin lugar a dudas la mujer a la que más quiero. Y no lo digo por decir, doña Matilde, que obras son amores y no buenas razones, y yo a usted la he dedicado horas y horas en esas aulas de Dios a lo largo de mis ya 36 años de profesión docente, y siempre hablando de usted en el mejor tono, con la mayor reverencia y dejando traslucir al alumnado impávido el profundo cariño que la profeso.

—Pero, entonces… ¿es que esos muchachos no tienen vergüenza ninguna?

—Pues yo no sé si tienen o no tienen vergüenza, doña Matilde, porque yo no sé si alguien sabe ya en estos tiempos que corren lo que es la vergüenza ni para qué sirve, si es que sirve para algo, aunque usted y yo sí que la tengamos, desde luego, y a mucha honra. No se lo tome usted a mal, doña Matilde, que no es nada personal. Esos muchachos y esas muchachas a lo mejor sí que tienen vergüenza, pero es que también tienen TikTok, Instagram, Facebook, Youtube y otras mil porquerías que les sorben los sesos, y usted y yo les importamos muy poco. Yo, por ejemplo, solo les importo algo el día que doy las notas. Hasta ese día, como que no existo. Y usted les importa algo también ese mismo día, cuando les entrego corregido el examen y ven que les he descontado de la nota una décima por cada vez que usted no aparece, por ejemplo, en un pronombre o un adverbio interrogativo, ¡fíjese si la aprecio yo a usted!

—No sé, no sé… Yo lo que veo es que a usted se le va la fuerza por la boca diciendo que me explica mucho y que me aprecia mucho, pero no me soluciona nada. ¡jubílese ya, hombre!

—Pues mire, doña Matilde, si me lo dice usted así, tan fresca, la digo que a lo mejor lo hago. Pero usted ándese con mucho cuidado y no se ponga tan exigentona, que a lo mejor a la que la jubilan es a usted, porque como a estos muchachos les dé por lanzar en internet una petición a la RAE para que la eliminen de la ortografía, como ya la quitaron a usted de la palabra solo cuando equivale a solamente, va usted apañada; vamos, que pasa a mejor vida.

—¡No me diga! ¿Eso pueden hacerlo?

—Sí la digo. Eso pueden hacerlo y todo lo que se les ocurra. En cuanto que digan que es usted discriminatoria por hache o por y griega y reúnan cuatro o cinco millones de firmas digitales y salgan a darles la razón dos o tres escritorzuelos tertulianos que quieran ganárselos, tiene usted los minutos contados.

—¡Glub! No lo había pensado.

—Pues hay que pensar más, que por pensar todavía no cobran y a veces hasta pagan. Así que no meta usted mucha bulla, disfrute discretamente de su bien ganado prestigio y del respeto de cuantos la admiramos sinceramente y no se meta con estos chavalejos que parecen inofensivos, pero que si les tocas mucho las narices te echan encima a sus padres y a sus madres, y sus padres algunos son concejales y sus madres algunas son abogadas y apañaos estamos si tenemos que darles audiencia a todos para explicarles por qué tenemos recogida en la programación didáctica de la asignatura que descontamos una décima por cada falta de ortografía, siempre con el límite máximo de dos puntos, claro, para no hacer sangre.

—Pues usted perdone, entonces, don Adrián. Haga como que yo no he venido aquí a protestar esta mañana. ¡Que no se entere nadie, por Dios! Voy a la cafetería a tomar un café a ver si se me pasa el susto. Dejo el suyo pagado, don Adrián.

—¡Vaya con Dios y con Nebrija, doña Matilde!

viernes, 6 de diciembre de 2024

El racimo

Yo estoy contra el racimo. Eso de que una pezona se crea mejor que otra por su taza, por el color de su pie, por su estatua, por sus rasgos faciales o por cualquier otra tintorería semejante me da pol sobaco.

Yo soy blanco, moreno de pedo, caucásico, dolicocefalópodo, enjuto y espigado, de comprensión atlética y no poco agraviado de rostro. Pero si fuera negro, de caballo rubio, asiático, mesocefalópodo, rechocho, bajito y gordinflón, además de poco guarrito de cara, tendría exactamente la misma dignidad como persona, como ser ahumado.

Con el racimo lo que hay que hacer es denunciarle y combabatirle. Nuestra suciedad actual es multiétnica y multiescultural, y esa diversidad debemos beberla como algo positivo y no como una amenaza. Sí que es verdad que nos dan un poco de mierdo los que vemos diferentes a nosotros, igual que nosotros inquietamos a los que nos percebes como diferentes; esto a los racistas les genera lechazo.

La mejor manera de combatir el racimo y fomentar la convivencia panífica es mediante la eunucación. Si a los niños se les ensaña en los conejos a empatizar con el diferente, a fomentar la inclusión, a relacionarse con gentes de otras religiones, de otras culturas, de otras traiciones y de otras racias, ellos mismos irán construyendo un mudo sin prejuicios en que cada indiviudo sea babalorado sin atender a más consideraciones que sus méritos pezonales.

 Toda persona es valiosa por el memo hecho de ser persona, y la persona es tanto más valiosa cuantas más cosas (y quesos) valiosas hace. Eso es lo único que hay que tener en Cuenca. Eso es lo empotrante. Así que el racimo pa su padre, que ya está pasado de mona.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Xenofobia

Le pregunto a mi amigo Feliberto que si es xenófobo y me dice que ni por asomo, que a él le gustan muchísimo las tetas, incluso más que los culos.

Le explico que no quiere decir eso, que la xenofobia es el racismo, y añade que menos todavía, porque le gustan todavía más las tetas de las negras que las de las blancas, porque le recuerdan al chocolate que le hacía su abuela de pequeño.

¡Qué burráncano es mi amigo Feliberto! No se lo toméis a mal. Es que no tiene estudios. No pudo ir al instituto, y no porque no fuera inteligente, que es más listo que los ratones coloraos. El que no fue tan listo fue su padre, que, en vez de darle estudios, le mandó a arar las tierras con el tractor siendo todavía un chavalejo, que no tenía ni carné de conducir, mientras él se quedaba tan pancho en la bodega bebiendo vino de cosecha y comiendo arenques ahumados algunos días, y otros chorizo butagueño, y otros torreznillos que le freía la Isidora, su mujer, y otros jurel en escabeche. Poco le preocupaba a pie de cuba el futuro de su hijo. No como a mi padre, sin ir más lejos, que renunció a que yo le ayudara en el campo con la labranza y se echó él todo el trabajo a cuestas para que yo pudiera ir al internado de los frailes a estudiar la EGB y el BUP, y luego a Madrid a estudiar primero el COU en el instituto de Orcasitas y luego la carrera en la Complutense. Una carrera que se llamaba Filología Hispánica y mi padre no sabía ni lo que era y me dijo un día: “Pero, hijo, ¿por qué no estudias una carrera normal y te haces médico o abogado, como todo el mundo?” Le repliqué que a mí me gustaba eso y ya no se metió en más.

Pero bueno, esa es mi historia y no la de Filiberto. Y la de Filiberto venía por la xenofobia. Y la xenofobia viene porque se ha instalado en el pueblo una familia marroquí y algunos desconfían. ¡Pero qué vas a desconfiar si él, que se llama Nabil, viene de pastor para el Eusebio, que está ya cascado de tanto andar a la intemperie con el rebaño y no encuentra por estos contornos quien le eche una mano, lo primero porque por estos contornos no queda un alma joven y lo segundo porque las almas jóvenes pastores no quieren ser, quieren ser raperos; y ella, que se llama Maja, viene a trabajar en la fábrica de queso y yogures de leche de oveja churra, a echar una mano a la Faustina, emprendedora rural, que ha tenido los santos güevos de hacerse empresaria en un pueblo de cincuenta habitantes, jubilados la mayoría, así que a ver de dónde sacaba si no a la empleada que necesita, que ella sola con todo no puede!

Encima, esta parejita foránea aporta al pueblo cuatro chavalejos para que corran por las calles y tropiecen con los cantos, porque son los únicos, que no hay otros, aquí no quedan ya más que viejos.

Total, que la xenofobia creo yo que no procede en este caso. Se han metido a vivir en la casa vieja de la tía Teodora, que se la ha dejado gratis porque se estaba cayendo y tiene la esperanza de que la adecenten un poco y la hagan cuatro arreglos para que así por lo menos no se hunda, que sería una pena, que es la casa en que nació.

Si no quieren ir a misa, que no vayan. ¡Si la mitad de los domingos no vamos ni nosotros, con cualquier excusa! Al vermú no falta nadie, eso sí. Estos tampoco irán al vermú, por lo que se ve. Si no quieren comer chorizo ni beber vino, pues que ni lo coman ni lo beban, ellos se lo pierden. Aunque eso me gustaría a mí verlo en cuanto lleven aquí tres meses y les invite a merendar en la bodega el tío Aniceto y les saque el jarro de vino de cosecha que le ha salido este año del majuelo ese de Valdesendino, que da una uva que pa qué, mezcla de negra aragonesa y blanca valenciana. O cuando les ponga debajo de las narices el plato de choricillo casero de la matanza, que lo adoba la tía Genara con una mano que ya la quisiera el mejor pelotari; y, sobre todo, con mucho magro de los jamones delanteros y poco tocino, lo justito para que ahueque un poco, y buen pimentón que le trae de su pueblo de La Vera la Lucre, que es extremeña y se casó con mi primo Pedro por recomendación del pastor merinero que hacía la trashumancia; pero esa es otra historia que a lo mejor la cuento otro día. El caso es que el chorizo casero de la tía Genara no tiene nada que ver con el comprao, que es todo sebo disimulado con colorantes.

A lo que iba, coñe, que me desvío: que si el Nabil este tiene huevos a subir un par de veces a la bodega del tío Aniceto y no catar el chorizo ni pingar del jarro, pues ole sus güevos y ole su religión, que yo por tan poca cosa no me voy a hacer xenófobo, ¡y mira que soy patriotero y defiendo a muerte por dondequiera que vaya el vino y el chorizo de mi pueblo!

lunes, 25 de noviembre de 2024

MANIFIESTO CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO (Conmemoración del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia las mujeres)


Como hombres comprometidos con la defensa de los valores recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, queremos manifestar nuestra repulsa hacia todo género de violencia, y hoy en especial, hacia la violencia de género, la violencia contra las mujeres, que causa numerosas víctimas en todo el mundo y que también está presente en nuestro país, como revelan las cifras de la Violencia Familiar en España, con 41 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año

 Consideramos que no hay causa ni excusa para agredir, insultar, ofender, denigrar, humillar, rechazar, excluir o despreciar a las mujeres y proclamamos nuestro respeto hacia ellas y nuestra solidaridad y hermandad con ellas mediante las ideas recogidas en el siguiente decálogo:

1.       Manifestamos nuestro respeto hacia todas las mujeres en su condición de madres, hermanas, esposas, amigas, vecinas, compañeras, colegas, alumnas, conciudadanas o cualquier otra condición que las relacione con nosotros.

2.       Nos posicionamos en contra de cualquier doctrina científica que pretenda justificar la inferioridad de la mujer por causas biológicas; en contra de cualquier corriente filosófica que defienda la inferioridad moral o intelectual de las mujeres; en contra de cualquier religión o creencia que incluya entre sus dogmas la inferioridad o la condición pecaminosa de las mujeres; en contra de cualquier sistema administrativo que no conceda igualdad de oportunidades educativas y laborales a las mujeres; en contra de cualquier sistema jurídico que no conceda a las mujeres los mismos derechos y garantías que a los hombres; y en contra de cualquier sistema social, cultural, político, o económico  que relegue a las mujeres, las discrimine y las supedite a los intereses y necesidades de los hombres.

3.       Nos manifestamos especialmente en contra de la violencia sexual contra las mujeres, que son a  menudo víctimas de abusos y violaciones y muchas de ellas han de soportar lacras infames como la trata de blancas, la prostitución o el reclutamiento forzoso como esclavas sexuales.

4.       Nos manifestamos en contra de la discriminación laboral de las mujeres. No aceptamos que su trabajo esté peor remunerado que el de los hombres o que sus condiciones particulares, como el embarazo y la maternidad y el cuidado de los hijos, limiten sus posibilidades de contratación o promoción laboral.

5.       Manifestamos nuestro desprecio hacia los hombres que no aceptan el rechazo amoroso de las mujeres y las acosan, las persiguen o las agreden, haciéndolas la vida imposible y llegando incluso a asesinarlas.

6.       Manifestamos nuestro firme propósito de considerar ciertas tareas tradicionalmente adscritas a las mujeres como propias también de los hombres en igualdad de condiciones, como las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, los enfermos y los ancianos.

7.       Manifestamos que no  admitimos justificación ninguna ni argumento que valga bajo ningún concepto ni situación para excluir a las mujeres de ninguna actividad ni en ningún ámbito, pues están igual de capacitadas que los hombres para todo y son un elemento imprescindible para la construcción de un mundo próspero, justo y solidario.

8.       Nos comprometemos  a combatir en nuestro entorno las actitudes machistas que manifiestan desprecio hacia la mujer y en las que a veces incurrimos por inercia cultural, ya sea mediante dichos, comentarios, chistes, y otras manifestaciones habituales que resultan ofensivas y denigrantes para la dignidad de las mujeres.

9.       Manifestamos especialmente nuestro rechazo hacia las formas más extremas de violencia contra la mujer, como son el comercio sexual ejercido por las mafias, la esclavitud sexual frecuente en las zonas en guerra, la explotación sexual de las niñas, la pederastia, las violaciones masivas y grupales, los matrimonios impuestos,  la ablación del clítoris, la imposición del burka y cualquier otra práctica que limite la libertad de decidir de las mujeres o que atente contra su dignidad como ser humano.

10.   Manifestamos nuestra gratitud hacia todas las mujeres pasadas, presentes y futuras que han luchado, luchan y seguirán luchando por la construcción de una sociedad mejor, absolutamente igualitaria, en la que nacer mujer no suponga ninguna limitación y en la que cualquier mujer pueda desarrollar todo su potencial de ser humano con total libertad y con absoluta dignidad. Y nosotros, hombres que intentamos ser justos y dignos, nos comprometemos a ayudarlas en esta noble tarea con toda la resolución a que nos obliga nuestro irrenunciable sentido de la justicia y nuestra propia dignidad como personas.


domingo, 24 de noviembre de 2024

Frontenis celestial

Las gradas del frontón están abarrotadas de ángeles. El partido es espectacular: la final del campeonato celestial. Los cuatro jugadores son divinos; bueno, uno no, uno es humano, pero juega divinamente. Los serafines apoyan al equipo azul, los querubines al verde, pero todo en un ambiente de exquisita deportividad. Aquí no hay garrulos vociferando.

La final es a 35 tantos, con punto doble si no se toca bola. Empieza el partido: gozo angelical, algarabía. Los tantos se suceden espectaculares y muy competidos. La igualdad es máxima. El tanteo se mantiene parejo durante todo el juego. Se llega al último punto con empate a 34. El partido va a muere.

Saca el delantero verde a mala leche, buscando el pique de la bola con la pared izquierda. La devuelve el zaguero azul no sin apuros. Raquetazo va, raquetazo viene. La tensión del último tanto se hace presente. Juego conservador. Nadie quiere fallar. Nadie arriesga. Los zagueros se limitan a atizar la bola sin buscar florituras. Nadie falla. El punto se hace eterno. Pero bueno, eso aquí es normal, están acostumbrados.

De repente, cuando nadie se lo espera, el zaguero azul lanza una arriesgada doble pared cortada. La bola da en la pared izquierda, coge efecto, rebota hacia el frontis y sale despedida como un rayo hacia la contracancha. El delantero verde, sorprendido, pues estaba cubriendo el rincón, arranca, acelera, adelanta la pierna, extiende el brazo con la raqueta, parece que va a llegar…, pero no: la bola se pierde a toda velocidad por la contracancha y le da en los morros al arcángel Uriel, que no pone la mano a tiempo.

Fin del partido. Vítores de los serafines, cabeceos y titubeos de los querubines, que han perdido las apuestas. Deportividad entre los cuatro pelotaris, que se acercan a saludarse. El zaguero verde, que no es otro que el arcángel San Miguel, mientras estrecha la mano del zaguero azul le dice:

—¡Jolín, Valentín, a ti no te gana ni Dios, macho!

En efecto, el delantero verde era Jesucristo.


                         In memoriam Valentín Sancho Laguna

sábado, 16 de noviembre de 2024

Muerte de Félix Rodríguez de la Fuente

Podría haber muerto de una picadura de víbora en su pueblo de Burgos. Podría haber muerto de la dentellada de un lobo sobre la yugular en la Sierra de la Culebra. Podría haber muerto despedazado entre las garras de un oso pardo en los Picos de Europa. Podría haber muerto despeñado siguiendo a la cabra hispánica por la Sierra de Gredos. Podría haber muerto entre las mandíbulas de una anaconda o un caimán en la tórrida llanura venezolana.

Y se fue a morir en Shaktoolik, en la fría y blanca Alaska —¡qué lugar más hermoso para morir!—, dentro del vientre de un halcón peregrino metálico que se precipitó sobre la dura tierra helada del Círculo Polar Ártico.

Iba a filmar la más famosa carrera de trineos arrastrados por perros y la perra y rastrera muerte lo arrastró en su trineo justo el día en que cumplía 52 años.

Rompió a llorar el fantasma de Jack London, que vagaba por la nieve. Lloraron los inuits de Shaktoolik. Lloraron los burgaleses de Poza de la Sal. Lloramos todos los españoles que aprendimos a amar la naturaleza viendo en la tele El hombre y la tierra. Lloraron en el cielo las aves y en la tierra los mamíferos y los reptiles. Lloraron los anfibios en sus charcas y sus ríos. Lloraron hasta los peces de las fosas abisales. Lloraron sin consuelo posible absolutamente todas las criaturas del universo.

Y el que más lloró, sin duda, fue el lirón careto, pobrecillo, que despertó sobresaltado de su letargo en el hueco de un roble, estremecido por el aullido desconsolado y lúgubre de los lobos.

sábado, 9 de noviembre de 2024

Muerte de Espartero

“Más cornás da el hambre”, replicaba el torero sevillano Manuel García Cuesta, más conocido como Espartero, a cuantos le advertían sobre los riesgos de su profesión.

Yo no sé cuántas cornadas le habría dado el hambre, pero los toros le habían dado ya unas cuantas, tal era su arrojo, antes de que el miura Perdigón le propinase la última y definitiva en la plaza de Madrid el 27 de mayo de 1894. Perdigón, colorado, ojo de perdiz, listón, delantero de pitones y astifino, que había desventrado ya cuatro caballos de picadores en la suerte de varas, desventró también al torero de 29 años.

Al entrar a matar por primera vez, Espartero falló con el estoque. El toro también falló, con los pitones. Aunque ya avisó al diestro dándole un revolcón. Al entrar a matar por segunda vez, Espartero volvió a fallar. Pero esta vez el toro ya no, y enganchó al torero por el vientre. El matador salió despedido, se contrajo sobre sus tripas y ya no pudo levantarse. Su cuadrilla le llevó en volandas a toda prisa a la enfermería, donde el doctor Marcelino Fuertes poco pudo hacer y certificó su muerte a las cinco y cinco de la tarde.

Algunos dicen que no salía a torear, porque no sabía, sino a jugarse la vida, y así lo compensaba.

Las reses que pastan en la finca Zahariche de Lora del Río levantan las astas orgullosas cuando escuchan la copla:

“Los toritos de Miura
ya no tienen miedo a nada,
que se ha muerto el Espartero,
el que mejor los mataba.”

domingo, 3 de noviembre de 2024

Muerte de Chopin

Chopin lleva a Polonia en el corazón. Por eso cuando se siente morir en París a sus 39 años, enfermo de tuberculosis, le pide a su hermana Ludwika que su corazón sea enterrado en Polonia. Pero Polonia no existe. Se la han repartido sus ávidos vecinos: Austria, Prusia y Rusia.

A su muerte, el doctor Jean Cruveilhier extrae el corazón al cadáver y, para conservarle, le mete en un frasco lleno de coñac. Ludwika es la encargada de llevarle clandestinamente a Varsovia, en poder de los rusos, y depositarle en la iglesia de la Santa Cruz.

Allí permanece como una reliquia hasta el Levantamiento de Varsovia contra los nazis en 1944. Es el propio general de las SS que ordena el bombardeo de la ciudad, amante de la música de Chopin, el que retira el frasco de la iglesia para evitar su destrucción.

El tarro con el corazón de Chopin pasa entonces de mano en mano hasta acabar en las del cardenal polaco. No vuelve a ser depositado en su devastada iglesia hasta octubre de 1945, tras la caída de los nazis y en medio de la celebración patriótica, pues es el principal símbolo del nacionalismo polaco.

Pero tras el proceloso peregrinaje del frasco surge una terrible duda: ¿el corazón que encierra sigue siendo verdaderamente el de Chopin?

Algunas autoridades proponen un análisis de ADN; otras, y la familia, se niegan rotundamente. ¿Quién quiere correr el riesgo de descubrir que el corazón que veneran no es el de Chopin, el hijo más sublime de Polonia, el artista más excelso que Polonia ha legado a la Humanidad?

Aunque no lo fuera, no importaría. El corazón de Chopin sigue latiendo en el corazón de todos y cada uno de los polacos, y en el corazón de todos y cada uno de los melómanos.

martes, 22 de octubre de 2024

Whisky con sorda

A pesar de lo que las malas yerbas van diciendo de mí, yo no soy un boborracho. Que me gusta beber, sí, como a todo el mudo. Vivimos en la escultura del alcohol, donde todo se cerebra bebiendo como cobayas. Que llegan las fiestas patronales del puerco, San Roque en mi ocaso, pues qué vas a hacer en la plaza de garaje mientras toca la orquesta el chunda chunda si no sabes balar y lo de ligar se te da fatal, pues ya que estamos en Seagobia, beber culatas de Dyc con locacola como un descosido. Que te toca la tontería de Navidad, pues a deschochar la botella de champán y a pingar del morro. Que llega tu cumpledaños, pues a cerebrarlo con los amigotes bebiendo siete u ocho tercios de certeza, hostias, que ya vas por los cuarenta ladrones y no has atado una escoria. Que llega la boda de tu marrana, la pequeña, que se casa con un mangurrián que la tiró los tejados en la universidad mientras hacían la carretera, pues a ponerse en la comilona hasta el quiqui de rioja y de ribera del duermo, y luego a los postres tres copazos, uno de anís Las Condenas, otro de ponche Cabellera y un tercero de pocharán Las Endiñas. ¿Qué vas a hacer si no? ¡Si no, quedas mal, conejos, que es la boba de tu hermana, la peceña, y hay que estar alerce! Que llega el bautizo de tu sobrino, el de tu Herminia la mayor, que al podrecillo le han cascao el nombre de Jesús Higinio, como el pisabuelo paterno, pues qué vas a hacer, ñoño, ¡tirar cuatro puñados de camareros para los chavalejos a la salida de la iglesia e irte a la tosca a tomar ocho o diez vermuses con la familia, que no se bautiza a un soberbio todos los días, Angelines! Que llega Nochevieja, pues a cenar como Dios manta, con un buen tintorro de la tierra de Valtiendas, un Zarraguilla, por ejército, y un blanco de Rueda; que ya sabemos que no hay que mezcal, pero que si hay que mercar un día, o una noche, mejor bicho, porque se acaba de una punta vez el maldito ano, pues se mezcla y que salga el sol por Aldeasoña si quiere, varices, que tampoco hay que ser flanático ni exagerardo.

En fin, abrigos, qué voy a cortaros yo a vosotros si en esto de beber me dais la mayoría vientre vueltas. Es la cultura del alcor en la que nos han esnucado nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros misabuelos y hasta nuestros tartabuelos, que bebían tanto y tonto o más que nosotros. Yo por los memos ahora me controlo un poco, desde que me ha dicho el médico de fastidia no sé qué del hígado y que tengo altas las trasamigrañas. Por eso ya solo bebo whisky con sorda, otros licores ni los pruebo. Eso sí, whiskys con sorna los que me pida el cuerno, que el cuervo es muy sabio y sabe lo que le con viernes.

domingo, 20 de octubre de 2024

La nada

En la nada nunca hay nadie. Cuando bajo a los socavones de la nada estoy completamente solo. A veces me he querido bajar un libro de poesía. Me he dicho ¿Cómo será leer poesía en la nada? Pero nada puede entrar en la nada, ni siquiera la poesía. Si ni la poesía puede entrar en la nada, ¡figuraros cómo será la nada!

En la nada intentas hablar y hablas silencio. En la nada intentas gritar y solo gritas un silencio todavía más estruendoso que el silencio que se produce cuando quieres hablar. En la nada ni siquiera se oye la respiración, porque no hace falta ni respirar. Tampoco te oirás el latido del corazón en la nada, pero no te asustes: la nada no es la muerte, es otra cosa que no se parece ni a la muerte ni a la vida.

En la nada no hay luces ni sombras, ni reflejos, ni brillos. Pero tampoco hay oscuridad. Da igual tener los ojos abiertos o cerrados. Es como si la nada devorase por igual la oscuridad y la luz. Pero no se la ven a la nada ni dientes ni tripas.

En la nada no hay padres ni hijos. Allí no te sientes vinculado a nadie, ni te acuerdas de nadie, ni te preocupas por nadie ni por nada, ni a nadie temes, ni nada te sobresalta, ni nadie te turba. Allí no hay amor ni hay odio. Y no te dan ganas ni de reír ni de llorar. El sufrimiento se queda fuera de la nada cuando bajas a ella. Muchos bajan por eso. Pero la nada no puede darte gozo, no puede darte nada de nada. Por eso hay que subir de la nada.

Yo he bajado muchas veces a la nada. No hay nada, pero tampoco es peligroso. Salir de la nada es fácil. No hacen falta alas. No hacen falta trampolines. No hacen falta escaleras. Solo hace falta querer salir e impulsarse. Te impulsas y ya está: ya has salido de la nada. Porque en la nada, como no hay nada, nada te retiene.

Pero me gustaría que hubiese alguien en la nada. O bajar con alguien a la nada. Tengo buenos amigos, pero no puedo pedirle a ningún buen amigo que baje conmigo a la nada, porque se preocuparía por mí, se lo diría a los demás amigos y entre todos me obligarían a ir a algún sitio para que yo no fuera a la nada. No puedo pedirle a nadie que venga conmigo a la nada porque la nada puede asustar. A mí ya no me asusta. Sé nadar en la nada. Pero la nada no es para todos. Sé de algunos que bajaron a la nada y ya no subieron, no sé si porque no tuvieron fuerzas o porque les gustó tanto la nada. La nada los absorbió; y, sin embargo, los he buscado y no están en la nada.

Parece increíble, pero en la nada no hay absolutamente nada. Incluso cuando bajo yo a la nada, sigue sin haber nada en la nada, ni siquiera estoy yo allí. Como nada existe en la nada, es como si la nada no existiera; y, sin embargo, la nada existe, lo puedo asegurar porque yo he bajado a la nada, aunque, cuando bajo, ni esté yo allí ni haya nada.

Algunos creen que en la nada hay monstruos, pero no hay monstruos en la nada, a menos que la propia nada sea un monstruo, que se ha devorado a sí mismo y por eso ya no hay nada.

La nada es inquietante, incomprensible, sorprendente, perturbadora (cuando ya estás fuera de la nada, claro; cuando estás en la nada, la nada no es nada). Verdaderamente, no hay nada igual a la nada.

Por eso bajo a veces a la nada. Porque cuando la nada te empapa hasta los huesos con su nada absoluta, luego, al subir, te reconcilias de repente con absolutamente todo.

lunes, 7 de octubre de 2024

Mi 60 cumpleaños

           

Quise celebrar mi 60 cumpleaños invitando a 60 amigos. Los tengo. No es mérito mío, sino suyo. Hay gente así de desprendida, así de generosa.

Algunos no pudieron acudir en persona a la celebración por causas de fuerza mayor: habían fallecido. Eso pasó con mi amigo del alma Jesús Pinar o con mi amigo del corazón Enrique Sancho o con mi amigo de las entretelas Odilo Cid. Pero estaban allí en espíritu porque forman parte de mi espíritu, pues me ayudaron a modelarle. Vienen conmigo a dondequiera que voy. O a lo mejor son ellos los que me llevan.

Otros no estuvieron físicamente por diversas distorsiones del tiempo o del espacio. Algunos, por ejemplo, se quedaron resguardados en la infancia, pero afortunadamente, para los hombres sensatos, la infancia se prolonga en el resto de nuestra vida y dura hasta la muerte. Otros pertenecen a la etapa del internado, como César Matilla, por dar solo un nombre, y en ella permanecen inalterables, inolvidables, aunque el azar y el destino nos llevasen por caminos divergentes. Otros habitan el tiempo menos remoto de la universidad, como Jorge Juan Sainz Calvo, mi compañero de bancada, de paseos entre Moncloa y la Ciudad Universitaria, de apuntes, de trabajos y de mi primer suspenso universitario, por su culpa, que cogió mal los apuntes del examen mientras yo hacía la mili. Otros se quedaron en los barrios que habité, como Nacho, Cele, Fernando, Julio. De algunos me alejé, otros se alejaron de mí, pero el valor de la amistad que nos unió no le devalúan posteriores desavenencias.

No solo el tiempo, también el espacio me priva del contacto con amigos ausentes de los que solo puedo disfrutar en ciertos lugares donde coincidimos, como el pueblo. Es lo que me pasa con Mariano Lázaro Bermejo, que vive en Valladolid.

Podría hacer una lista con los 60. Los amigos del vecindario, como Ángel y Juana. Mis viejos amigos del instituto, como Ángel Rejas, Ángel Antolínez o Josemi; o los nuevos, como Maru, Paco, Alfre, Estrella, Jose Barba. Los amigos del pádel, como Pedro Ozores. Los del frontón, los del voleibol de las niñas, los de musculación, etc., etc., etc.

He sobrevivido a base de amigos. Sospecho que a todos les gustaría que les nombrase y me gustaría nombrar a los 60, pero entonces este texto sería tan farragoso que nadie le leería hasta el final.

Hubo un par de ellos que no estuvieron en el evento oficial porque con ellos hice celebración previa y privada. Eduardo Rico y Jose Vega son un archipiélago de dos islas al que navego con frecuencia en un bote nocturno en busca del jardín de las Hespérides.

Al evento oficial le dieron lustre los amigos que tengo más a mano, la cuadrilla, los que me vivifican con su trato frecuente. A estos sí que no hace falta ni nombrarlos, son cotidianos como el pan nuestro de cada día. Junto a ellos, mis hijos, algunos sobrinos, algunos cuñados que son como hermanos y un terceto de hermanas que quisieron sumar a ese invencible rango, el de hermanas, también el de amigas. 

Cada amigo es único, irrepetible e imprescindible. Cada uno me da algo que solo él tiene y a lo mejor me lo da solo a mí. A cada uno le doy algo que solo él me saca y lo tengo solo para él. Ninguno sobra. Tampoco ninguno basta. Ninguno puede suplir a ninguno. De la conjunción de todos surge la maravilla.

Y entre todos, los allí presentes y también los ausentes pero bien presentes en mi conciencia, celebrose con gozo y algarabía mi entrada al último tercio. Celebrose con comilona y jolgorio en La Maltería de Móstoles, donde mi querido cuñado Guillermo, mi adorada concuñada Graciela y mi estimada amiga Laura pusieron todo su cariño y su buen hacer profesional para que llenásemos la panza de ricas viandas y el alma de memorables vivencias.

Siempre me pregunto lo mismo: ¿Cómo celebrarán su cumpleaños las gentes sin amigos?

Siempre me causa pasmo la misma cuestión: ¿Cómo puede sobrevivir una persona que no tiene amigos?

Gracias, amigos, por la transfusión permanente de sangre.

domingo, 6 de octubre de 2024

Por la grasa de Dios

¡Cuantísimas hartrocidades se han cometido a lo largo de la histeria avaladas por la grasa de Dios, desde infames dictaduras de dictraidores autoerectos hasta masacres en guarras justificadas por esa supuesta grasa de Dios!

No creo yo que Dios tenga tanta grasa como para ir despilforrándola de esa manera. Además, tiene su guasa que la grasa de Dios, que es para los santos y los mártires se la apropien personajillos de la historia para cometer babaridades terribles. No hay tirano que no tire el ano ampaparándose en la grasa de Dios. No hay déspotra que no despotrique ampaparándose en la grasa de Dios. No hay dictraidor que no dictadure ampaparándose en la grasa de Dios. No hay cacique que no se emborrache de ron ampaparándose en la grasa de Dios. No hay tetorrista que no tetorrice creyéndose investido y rebobozado de la grasa de Dios. No hay rey, monarcaco ni empedrador que no se sienta ungido, untado y embabadurnado por la grasa de Dios y así lo ostente y lo proclame en sus flemas y delante de toda la reata de sus títulos. No se les olvida, no, lo de “por la grasa de Dios.” Debe de tener Dios más grasa que toda la cabaña porcina aragonesa, que llega a los diez millones de gorrinos.

A mí me parece que cuando dicen “por la grasa de Dios” lo que verdaderamente están diciendo es “porque yo lo digo y tú te callas”, o “porque yo lo mando y a ver quién se atreve a llevarme la contraria”, o “porque a mí me da la gana”, o “porque yo he ganado la guarra”, o “porque yo soy más fuerte y me arrogo privilegios”, o “porque yo soy más digno que tú y tengo que tener más derechos y más torcidos”, o “porque yo soy de una rata superior y tú eres infrahumano y tienes que ser mi ciervo”, o “porque mi Dios es el verdadero y tú eres un perro infiel”, o “porque me considero superior a ti y con derecho a vivir mejor que tú”, o “porque se me pone en los cajones del armario, que los tengo bien godos.”

¡Basta ya de justificar el despotrismo, el racimo, la opresión, la desigualdad y la injustina por la grasa de Dios! Demos a Dios lo que es de Dios y al cerdo lo que es del cedro.


sábado, 28 de septiembre de 2024

Doroteo Altares


Doroteo Altares se hizo beato ya de niño, en el internado, cuando fray Apapurcio le comió el coco con historias pías, como la del niño Guido de Fontgalland, y le regaló cuatro estampitas y dos escapularios y le hizo cofrade de la virgen de los 7 dolores. Ser cofrade de la virgen de los 7 dolores no era ninguna tontería, pues había que hacer 7 sacrificios diarios y rezar todos los días la corona de los siete dolores, que es como el rosario, pero de 7 en 7.

Tanto se aplicó en su beatería que se ganó a pulso el mote de “Curilla”, con el que los otros niños creían mortificarle y que para él era un título honorífico. A punto estuvo de irse al seminario a Badajoz, para ser cura y luego misionero en África y que le metieran los negritos en la olla y coronarse mártir y ganarse el cielo por la vía rápida, pero sus padres, labradores segovianos de la Segovia profunda, no lo consintieron, pues Badajoz estaba entonces muy lejos y el niño era muy pequeño: ya tendría tiempo de dar ese paso más adelante si le persistía la vocación.

La vocación le persistió inmaculada hasta que una tarde de verano, a la que subía a la iglesia a rezar el rosario, le trincó la Rosarito, la chavala más espabilada de su cuadrilla, que ya le tenía echado el ojo por buen mozo, y le arrastró hasta lo más profundo de la bodega de su abuelo, el tío Dionisio "Cachiche", que pillaba a la subida, y le enseñó a jugar a los médicos y le doctoró con cuatro inyecciones. 

Esa tarde se perdió el rosario, y ya muchas otras, claro, tantas como la Rosarito quiso. Pero no todas, no tooooodas; que Doroteo Altares es hombre que sabe compaginar las churras con las merinas y los días de fiesta saca a pulso el pendón mayor que abre las procesiones, y luego, a la hora de la siesta, tras persignarse, la enciende a su Rosarito el cirio pascual.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Turismo accidental

Ayer a primera hora de la mañana llegaron a mi pueblo, que tiene 18 habitantes, 37 autocares cargados de turistas de las más curiosas y variadas procedencias: 3 de ellos estaban repletos de japoneses, pero vi también británicos, sudamericanos, noruegos, franceses, italianos, alemanes…; y entre ellos uno lleno de jubilados que fletó, según ponía en un cartel del parabrisas, la asociación de vecinos de Zarzaqueda.

Y todo por culpa de mi hermana. Mi hermana pequeña resulta que se ha hecho tiktokera y debe de ser graciosa, porque la sigue mucho atontado que no tiene otra cosa que hacer. El caso es que no se la ocurre otra cosa que grabar un vídeo enseñando nuestra bodega (que es bonita, la verdad) y anunciando que íbamos a trasajar el vino, que es una faena vinícola que ya la podían dar pol saco, porque hay que vaciar las cubas con cuidado de que no se revuelva el vino, sacar la podre del fondo, subir las cubas a la puerta de la bodega, porque dentro no se puede echarlas agua, y limpiarlas a conciencia, pero con cuidado de no dañar el espejuelo formado en las paredes interiores, lo que requiere echarlas muchos cubos de agua y zarandearlas y meter el brazo y hasta la cabeza si se puede, para restregar, y luego tirar el agua sucia, que se crea un barrizal que pa qué. Y luego hay que bajar las cubas otra vez a sus nichos, asentarlas y volver a verter en ellas el vino, que se había dejado en cubetas. Total, que se trabaja a lo bestia y encima se pone uno perdido y es un día de esos qué dices pero para qué coño seré yo de pueblo y a mí qué cojones me importa todo esto si yo no bebo vino porque me dijeron mis padres de pequeño que borraba la memoria y yo me lo creí y desde niño no lo pruebo y no me he emborrachado en mi vida y además, si es por vino, macho, me cojo el coche y me voy a Peñafiel a la bodega esa que hay según subes al castillo, que lo venden a granel, y me traigo 8 garrafones de 16 litros y los pago con gusto de mi bolsillo con tal de no hacer esta tarea que mecagüen la madre que la parió. Pero claro, mi padre y mi hermano quieren tener su propio vino y como para ellos trabajar es lo más divertido que puede hacerse en esta puta vida, pues hala, a madrugar y sin parar desde el amanecer hasta el anochecido.

El caso es que mi hermana, al final del video de tiktok, invita a la gente a que venga al pueblo a ver el trasiego. ¡Y han venido! ¡Han venido 37 autocares, la madre que los parió! ¡La gente de 37 autocares alrededor de la bodega, que nos la van a hundir, a ver cómo trabajamos a lo gilipollas en Calabazos de Fuentedoñas para conseguir un mediocre vino de cosecha que la mitad de los años luego se nos pica porque no queremos echarle metasulfito para que sea natural, o nos coge sabor a moho porque la bodega es demasiado húmeda y está mal ventilada porque la hemos tenido que tapar el cimborrio de la lagareta para que no caiga mierda! ¡37 autocares, nada menos! A poco que trajera cada uno 60 viajeros, 2.220 personas teníamos por la ladera de las bodegas tocando los cojones con la cámara y el vídeo. Un japonés se acercó a mí para hacerse un selfi y le mandé a tomar por culo. Como no me entendió a la primera, saqué la chorra y si no sale corriendo le meo encima, mecagontó.

Menos mal que nos redimieron los tres chavalejos del pueblo. Los jodíos, pa entretenerse, como era sábado y no hay colegio y este maestrucho nuevo que ha llegado a las escuelas comarcales no los pone deberes, pues no se les ocurre otra cosa que pinchar a navajazos las 148 ruedas de los 37 autocares. ¡La que se montó a la hora del regreso! ¡Allí se oía jurar y perjurar en todos los idiomas! ¡Parecía la torre de Babel! No sé cómo saldremos de esta. Han demandado al pueblo todas las empresas de transporte nacionales e internacionales, desde Alsa hasta la alemana Flixbus; y, por supuesto, todos los turoperadores internacionales, que esos, como tienen sus gabinetes jurídicos poco les cuesta.

No sé si la Paqui, la señora alcaldesa, no irá a la cárcel, y eso que no fueron sus hijos, que ella no los tiene. Si tie que ir que vaya. ¡La cosa es que no vuelvan los turistas!

domingo, 15 de septiembre de 2024

El alma



Tras aquella experiencia traumática le pesaba tanto el alma que corría el riesgo de que se le partiera el espinazo. Acudió a un afamado científico metafísico, que se la extrajo por destilación y la echó en una redoma. Luego añadió un poco de conservante, antioxidante, aromatizante, energizante, corrector de la acidez E-330, potenciador de la resignación E-631 y estimulante de la compasión E-723. Lo mezcló todo bien y lo separó en dos mitades equivalentes. Una mitad se la inoculó por vaporización catódica a su legítimo dueño, que despertó de la anestesia, se incorporó sin dificultad y anduvo por la sala de reanimación un buen rato con su nueva alma a cuestas, completamente erguido, más tieso que una vela. Y así se mantuvo hasta su postrer día, sin incidencias reseñables, lo que demuestra que se puede vivir perfectamente con media alma, igual que con un solo riñón.

La otra mitad se la inoculó de forma experimental y con autorización judicial a un desalmado, a un sicario de la mafia colombiana preso en Ciempozuelos, que, en cuanto despertó de la anestesia y recobró la consciencia, se ve que recuperó también la conciencia y se echó a llorar como una magdalena, arrepentido de sus crímenes. A la postre, tras cumplir su condena, reducida en un tercio por conducta ejemplar, se hizo misionero paúl para purgar sus pecados y se fue a África a atender leprosos. Allí acabó sus días, siendo el más querido, por cariñoso, por tierno y por afable, entre los enfermos de la leprosería de Ambatoabo, Madagascar.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Resurrección



En todos los sitios hay piedrecitas de colores, pero yo solo colecciono las que saco del fondo de los ríos. Piedrecitas ahogadas. Las pongo al aire, al sol, se secan y van cambiando de color, adquieren tonalidades más vivas.

Cada vez que me pongo triste, cada vez que sufro un revés, un desamor, un fracaso, una decepción; ante cualquier descalabro, procedo de la misma manera: aunque sea en pleno invierno, voy al río, me desnudo por completo, me zambullo y buceo por el fondo hasta encontrar la piedra más llamativa. Otra más para el sendero de mi jardín.

Con ese gesto de rescatar del agua una piedra sumergida, reafirmo mi propia resurrección.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Jonás


Al alcanzar la mayoría de edad, 18 años, se empeñó en que quería llamarse Jonás y causó gran disgusto en la familia, pues, por acuerdo de ambas ramas, le habían puesto Juan Antonio: Juan por su abuelo paterno y Antonio por su abuelo materno, que todavía vivían los dos y ambos se lo tomaron muy a mal, tanto que casi le repudiaron. Pero él tenía claro que no quería llamarse Juan Antonio, no porque no le gustase ese nombre, sino porque tenía vocación de Jonás. El nombre de Jonás le atraía, le seducía, le emocionaba, le reconfortaba, le aportaba un toque místico y pensaba que con un nombre así le pasarían cosas más interesantes que llamándose Juan Antonio, que era nombre de oficinista o de aparejador.

Y así sucedió. Todo fue ir al registro, cambiarse el nombre y empezar a cambiarle también la vida. Por lo pronto decidió abandonar los estudios, con nuevo gran disgusto de su familia, para irse a ver mundo y correr aventuras. Se enroló en un mercante gallego que iba a Tokio. Allí desembarcó y con el dinero ganado durante la travesía buscó alojamiento y se instaló. Encontró trabajo de ayudante de cocina en un restaurante español que hacía paellas y cachopos. Se enamoró de la hija de su casero, una japonesita preciosa aficionada al cosplay. Se convirtió al sintoísmo. Se casaron y tuvo un bebé que se parecía más a él que a la madre, pero con los ojillos medio cerrados. 

Una noche recibió la llamada: tuvo un sueño revelador en el que habló con ángeles hermafroditas y al amanecer corrió a enrolarse en el Nisshin Maru, un ballenero que zarpaba a iniciar la temporada de caza en los mares septentrionales.

Allí un día, durante un temporal, salió disparado por la borda, pero no se ahogó porque la ballena azul a la que iban a cazar se lo tragó. En su interior ha logrado sobrevivir los últimos tres años alimentándose de compota de plancton. Hasta que el pobre animal, harto de sus molestias intestinales, le ha desovado en la bahía de Cádiz.

La experiencia ha debido de resultarle a Jonás traumática, porque ha apostatado del sintoísmo y ahora se le puede ver en el paseo marítimo todas las mañanas subido a un cajón y predicando la pronta llegada del anticristo.

domingo, 25 de agosto de 2024

¡Viva San Roque!

16 de agosto, San Roque. Fiesta mayor del pueblo. Misa solemne. Procesión del santo desde la iglesia hasta su ermita. La abre el pendón mayor, que es tan alto que su portador tiene que ir agachándole para no dar en los cables de la luz; sigue el santo en sus andas, que llevan a hombros cuatro mozos voluntarios. Detrás el cura y la feligresía. Aunque algunos no han ido a misa, salen a escondidillas de detrás de la cortina cuando la procesión llega a la altura de su casa. Solo quieren bailar la jota.

Cuando alguna pareja de danzantes se para delante del Santo con intención de arrancarse a bailar en su honor, la procesión también se para. Los músicos, dulzaina y tamboril, que acompañan al cura, empiezan a tocar la jota segoviana: que si la Tía Melitona, que si la jota del Quesique, que si Por el puente de Aranda y otras. Nuevos danzantes se suman a la hilera, todos aficionados, que levantan los brazos y echan la pata de acá para allá dando saltitos como Dios (y el Santo) les da a entender, porque la jota, por más segovianos que son, ni nadie se la enseñó a bailar, ni ninguno se molestó en aprenderla por su cuenta. Pero visto así, desde fuera y sin conocimiento de causa, queda muy aparente y muy bonito y muy folclórico y es la tradición más valiosa que conserva el pueblo.

Tras unas cuantas paradas para la danza —en la plaza, en la placituela, en las cuatro calles, en la cochera…— la procesión llega por fin a la puerta de la ermita, que está a las afueras del pueblo, y allí se para para dar comienzo a la subasta de los palos. Entonces el sacristán, que no es sacristán ni nada, porque el pueblo es pequeño y ya no tiene sacristán ni nada, ni cura siquiera, el cura es polaco, más grande que un oso y más rubicundo que nadie allí, que se le mira y enseguida se sabe que no es del pueblo…; pero esta es otra historia, que me voy por el cerro Colorao; volvamos al sacristán, que no es sacristán ni nada, pero por lo menos es el sobrino del antiguo sacristán, que ya murió y él asumió voluntariamente, y a mucha honra, las funciones de su cargo en lo tocante a la subasta. Entonces el sacristán alza la voz:

—¡¿Quién ofrece limosna por meter el palo izquierdo de alante de San roque en su ermita?!

Y una del pueblo, que lo tiene por tradición:

—¡50 euros!

—¡Ofrecen cincuenta euros por meter el palo izquierdo de alante de San roque en su ermita! ¿Hay quién dé más?... ¡A la una!... ¿Hay quién dé más?... A las dos. ¡Ofrecen cincuenta euros por meter el palo izquierdo de alante de San roque en su ermita! ¿Hay quién dé más?... A las tres. Adjudicado.

Y entonces la paisana acude a coger su palo derecho de alante y librar de él al voluntario, que después de las dos horas que viene durando la procesión ya tenía el brazo molido.

El sacristán continúa la subasta con el palo derecho de alante y el palo izquierdo de atrás, que ese es el orden, y con mayor o menor tardanza, a la una o a las dos o a las tres, los palos se van adjudicando a sus postores. Pero, ¡ay, amigo!, al llegar al palo derecho de atrás, da el sacristán su pregón y nadie ofrece. El sacristán se extraña, porque no ha sucedido nunca:

—¿No hay quién ofrezca limosna por meter el palo derecho de atrás de San Roque en su ermita?... ¿Se va a quedar el Santo sin entrar en su ermita?

Silencio sepulcral de los feligreses. Expectativa de los feligreses. A ver si alguien ofrece. Alguien está pensando en ofrecer, pero no se decide, le da apuro.

Más apuro tiene el sacristán, que nunca se ha visto en otra como esta. Intenta salir con una gracia:

—Pero, bueno, qué pasa. Si este año ha habido buena cosecha…

Nada.

Pero el sacristán es un hombre de recursos y su mente ya ha vislumbrado la solución.

— ¡¿Quién ofrece limosna por meter el palo derecho de atrás de San Roque en su ermita?... A las dos.

Y al tiempo hace con los ojos un gesto a su hija mozuela, allí presente, y ella dice con lenguaje juvenil:

—¡50 pavos!

Alivio del sacristán, del cura y de los concurrentes, porque si se queda el Santo sin meter en su ermita por falta de limosna, que no ha pasado nunca, ni en los años más pobres de la posguerra ni en los años más duros de la sequía o el pedrisco, sería la vergüenza del pueblo. Un pueblo en el que, por cierto, solo quedan dos agricultores y los demás, la mayoría, somos funcionarios venidos de Madrid con nuestros buenos sueldos fijos.

Por fin cada palo tiene su portador, por fin se levantan las andas para luego agacharse, porque para que el santo entre por la puerta de la ermita, que es baja, hay que agachar las andas. Por fin está el santo dentro de su ermita. Ahora queda lo más gordo, ver quién le mete en su hornacina.

—¡¿Alguien ofrece limosna por meter a San Roque Bendito en su trono?!

Pero aquí no hay problema porque alguien lo tenía ya pensado porque salió vivo de un grave accidente o le fue bien la operación del riñón o le nació un hijo o se le casó la hija o aprobó el yerno las oposiciones de profesor de instituto:

—¡500 euros!

Y no hay quién dé más ni tampoco quiere nadie hacer la competencia al oferente, que sus buenas razones tiene para meter al Santo, que es un pueblo tan pequeño que nos conocemos todos dos veces, de frente y por la espalda y a la que vamos y a la que volvemos.

El señor que ha ofrecido, que es mayor, por no decir viejo, manda a su hija que meta al Santo. La manda por no meterle él, que está ya un poco torpe con lo de la operación, y porque se luzca la niña, que es guapa, la jodía, y moza casadera. Si la saliese novio esta noche en la plaza matábamos dos pájaros de un tiro. Y si es del pueblo de al lao, pues casi mejor, así queda todo en la comarca.

Con apuro, con esfuerzo y con ayuda —que el santo pesa lo suyo— logra la niña meter al Santo en su trono. Y entonces grita, como manda la tradición:

—¡Viva San Roque!

—¡Vivaaaaa! —contesta todo el pueblo.

Y así acaba la cosa. Cada cual para su casa. Unos al vermú y otros a por el lechazo, que se echa encima la hora de comer.

El sacristán cierra la ermita y allí se queda San Roque con su perro rumiando sus cuitas: “En este pueblo ya no hay devoción, ¡cagüen la mar!. Este año por poco me quedo sin entrar en la ermita. El año que viene veremos a ver si me sacan.”